Es condenada sólo dos años más tarde 26 de cárcel, pero ocurre, como suele, que la justicia se arrepiente, se dice: -Nos hemos pasado - después de todo que ella esté o no en la cárcel bastante le importa al difunto, Acaso lo devolverá a la vida? y ella ya tiene bastante castigo por ser como es. Así que a los 13 años de presidio le ofrecen la libertad condicional, que ella rechaza con el argumento de que si no trabajó en toda su vida no iba a empezar ahora. Así que se queda comiendo el rancho gratis y seguro dos años más. Hasta que se cansa y decide salir.
En este caso salir tiene premio. Un juez decide que haber matado (ordenado matar) a su ex marido no le quita el derecho a recibir una pensión de un millón al año. Acaso necesita ese dinero el difunto? Qué mal puede hacerle?
Subyace sin embargo la pregunta acerca de qué habría tenido que hacer para perder la pensión vitalicia, si matar (ordenar matar) no sirve. Y a nosotros, tan amigos de criticar nuestro Tribunal Supremo, que ni se compra ni se vende, nos ayuda a darnos cuenta de que no hay más que asomar el hocico por ahí para ver cómo están las cosas por otros lares.
Probablemente el juez tenga razón, y la doña acabó haciéndole un favor, no tener la inquietud de si el efecto 2000 amenazando todos los ordenadores del mundo será o no será una realidad (no lo fue). Y además era notorio que a algo había cambiado en su mirar. El difunto estaba ya cansado de ser rico. Del éxito que es tan cansado. Si le hubieran preguntado habría dicho aquello de Mejor muerto.
De este modo se cierra el círculo y todos contentos. Quién se quejará?
Ella no está en la cárcel pero tampoco tiene que trabajar (empezar a trabajar). Y ha conseguido trabar amistad con la familia para ver a sus nietos al coste de renunciar a unos flecos de la herencia. No es una apestada y le dejan ir una vez al mes a un hotel de campanillas. De esos que nosotros no podemos pagar ni teniendo el dinero, de los buenos buenos de verdad.
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