Ayer comí, por razones que no vienen al caso, opíparamente y en buena compañía. El caso es que no pude evitar el reparar en el nombre de la botella del agua mineral que sirvieron para acompañar el banquete. Se trataba ni más ni menos que de "Agua de Borines" y yo le dije a un amigo que era un nombre más bien poco afortunado, dicho así rápido, en la cola del super la madre le grita al niño ¡se nos olvidó el agua! ¡Coge el agua de Borines! La mujer prefiere gritarle eso al crío antes de perder el turno en la cola de la caja. Y el crío pregunta nervioso al reponedor donde están las de Borines. Éste sonríe y señala dos estanterías más allá, más o menos a la altura de la entrepierna.
Y es que si uno lo lee y equivoca un poco no será nada raro que diga algo así como: agua deb orines y la verdad es que es dicho e imaginado así durante un segundo a uno se le quita la sed de forma instantánea.
Vamos que en la comida de ayer los que le dieron al Albariño con entusiasmo tenían razones de sobra. Yo tuve que beber de la botella dichosa y haciendo de tripas corazón. Su lema, "que no tiene igual como agua de mesa". Algo es algo.
El caso es que este agua nace en el Manantial de la Victoria, y esto sí que es ya proponerse el mayor de los despropósitos, porque es un sitio para nacer magnífico. ¿Quién no quiere beber del manantial de la Victoria? Uno siempre querrá beber lo que sea de un sitio así. Como querrá hacerlo del Manantial de la Eterna Juventud si lo hay.
Quizá esto sea lo más sorprendente. Que ese agua que nace en un sitio con un nombre tan bonito lleve a cuestas aquello de (B)orines. Habrían estado mucho más listos si hubieran recurrido a algo tan sencillo como denominarla "Agua de la Victoria". Todos los consumidores nos habríamos lanzado sobre ella porque nadie quiere pasar la vida sin beber de este agua, así sea del grifo y embotellada.
Es que ese nombre nos seduce. Yo, particularmente, si encuentro un agua que se llame tan atinadamente, si en la inspiración de un día espléndido alguien decide que el agua del Manantial de la Victoria se llamará agua de la Victoria, entonces yo renunciaré a beber nada más por los siglos de los siglos. Se acabará la Per-si Cola y hasta la Kas que ahora regala 25 centilitros por botellaja de dos litros. Y de probar bocado sólido ni hablemos.
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