Es tan buena la programación de sobremesa que yo me como la pizza viendo el Tomate. Sé que en la 2 siguen echando documentales, a los que fui tan aficionado hace algún tiempo, pero es que resulta que en cuanto en los documentales me meten a un paisano para explicar las cosas, me entra un aburrimiento soberano. Yo soy de los de ver el Sherenguetti, los ñus que son los toros que toreaba Paquirri tísicos perdidos, y los leones intentando que nadie les quite el mando de la manada que da derecho a muchos ratos con cada hembra.
Creo que si yo fuera un león sería uno de esos jóvenes que van siempre paseando por los límites del territorio sin molestar a nadie, que no parecerían amenazadores ni bostezando, con las dos patucas delanteras perdidas de barro por meterlas, sin querer, en cada charco.
Así que termino humano pero avergonzado de mí, mirando el Tomate, al tipo ese de la lengua viperina y muchas plumas y a esa moza tan bien terminadita, con todo lo que hay que tener donde hay que tenerlo. Con esa naricilla de bisturí, como si importara.
El caso es que este es un programa que debe su esencia, todo lo que es a la Pantoja. Porque esta mujer entretiene a España mucho más que un partido de fútbol de los de Aragonés. Fue la viuda de este país y lloró las penas con un chorro de voz que no se resiente con los años. Ahora tiene a su pareja en la cárcel por hacer lo indebido, que no es lo mismo que no hacer lo debido. Y uno concluye que el amor tiene muchas caras o ha de tenerlas porque Julián Muñoz tiene poco de torero por la facha y las maneras. Y que de Paquirri a Julián Muñoz hay un camino invisible que es la capacidad de enamoramiento de una mujer.
El caso es que hoy me llamó la atención observarla en las imágenes de un concierto que dio estos días, en los que a voz en pecho exclamaba, incondicionales bajo el escenario, aquello de que hoy quería confesar que está enamorada, pero en vez de, el corazón encogido, húmedos los ojos proclama: "hoy quiero confesar que sigo enamorada".
Y ese sigo en vez de estoy tiene un valor especial porque es una reivindicación a los 4 vientos, que viene para acallar los rumores, puede acabarse la libertad para encontrarse con la persona amada pero no se acabó el amor. Digan lo que digan los expertos del chismorreo, quizá es verdad que, como opinan algunos, el amor verdadero es irrompible. Y si hoy confiesa a los otros es porque llegó a esa conclusión antes, cuando la soledad por cotidiana no es algo extraño.
O quizá Isabel Pantoja sigue enamorada de Paquirri, entonces su mal es irremediable, porque no debe haber nada peor que estar enamorada de una persona que no está ni podrá estar nunca. Entonces el tiempo por vivir vale de bien poco.
Volví hace un rato del camino de San Pedro. Es un camino verde que da a los acantilados donde se estrella con fuerza desigual el Cantábrico, que aquí no debiera ser sino Asturiano, reclamemos al mar los mismos dibujos que ponemos a la tierra. Allí marché a media tarde con mi chaqueta de piel marrón que compré en Oviedo, hará pronto un año. No hacía día para tanto desde luego, que hoy ha hecho muy bueno tras la tormenta de anoche. Un sol de playa. Pero como imaginé una vez allí, sentado en un banco frente a los acantilados, desde lo alto, no estuvo de más. Sobretodo cuando fue bajando el sol camino de su ocaso. Tras un rato, pasadas las 8 de la tarde, cuando para leer a Reverte tenía ya que esforzar la vista, cuando el césped ya no era más que una mancha verde sin flecos, decidí que era un buen momento para regresar. Y fue al levantarme para ponerme en camino cuando reparé en que mi vida, a ratos, parece una novela.
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