o los timos de Telefónica.
Allá por Julio, con la factura de Timofónica en una mano, con el terminal en la otra llamé al 1004. La razón, bien sencilla. En la factura me cobraban una tarifa plana de llamadas nacionales que no tenía contratada, o por ser más preciso, no tenía contratada con ellos. Con ellos solo la línea de teléfono, todo lo demás, ADSL de 1MB y llamadas nacionales con Wanadoo desde el principio.
Un chaval muy majo me dijo que en 10 días me ingresarían aquellos 26 euros en mi cuenta, que perdiera cuidado, que había puesto una reclamación y que ese dinero me sería devuelto ipso facto (o casi). La cosa parecía sencilla y mi caso, de claro, cristalino.
Tan fácil parecía que a mi se me fue de la cabeza. El caso es que dos meses después recibo una nueva factura. Y como era de esperar no solo no me devuelven los 20 euros (me cobraban 6 por no se qué razones que tienen que ver con aquella promoción y que di por buenas) sino que me cargan por el mismo concepto 26 más pa escarmiento. ¿No quieres sopa? Dos tazas.
Situemos el asunto en el 28 de Septiembre. Vuelvo a llamar. Una muchacha me atiende haciéndose cargo, allí no consta ninguna reclamación - aclara, pero ella la va a poner en mi nombre. Porque la gente como yo necesita a otros que intercedan ante organismos del tamaño de Timofónica. Y si entonces no se dio, quizá se de esta vez. Yo pensé si esta reclamación no sería como la otra algo soñado, puede ser que mis sueños paguen tarifa plana de teléfono, y ellos sí la tengan concertada con Telefónica. No; esta vez estaba despierto y para que aquello no fuera etéreo como el limbo que no existe, le pedí por favor que me diera el número de la reclamación, a lo que se prestó solícita y nerviosa, quizá porque el común de los mortales se conforma con saber que la reclamación está puesta sin ir más allá (exactamente como yo en mis días de mayor inocencia, tanto tiempo atrás). Lo que ocurre es que a mi la fe en Timofónica se me había ido resquebrajando, o quizá mi fe dictaba que corría grave riesgo de ser tomado por tonto, o peor aún por más tonto de lo que soy. Algo me decía que podía estar al borde del timo, un timo por duplicado.
En 10 días obtendrá respuesta me dijo. Y yo le dije que muchas gracias tras cerciorarme que al menos ya se me dio de baja de ese servicio no contratado pero pagado, más que nada por asegurarme al menos una factura limpia de sobre gastos para la próxima vez. Entonces en dos meses, hoy en algo menos. Sí, me dijo. He procedido a darle de baja. Y yo quede tan disconforme como puede quedar alguien que siente, dentro de si, en el fondo de su alma, que un ente mayor que uno mismo, en verdad inmenso, está jugando al que pudo ser y no fue, en el mundo virtual de las llamadas telefónicas que no se hacen pero se pagan, ficción y verdad mezcladas con la sensación de que nada es real.
Hoy día 16 vuelvo a llamar y puedo decir que aquella reclamación existe, que aquellos números que ya confirmé ciertos no han arrojado ninguna respuesta.
Probablemente Timofónica necesita más tiempo para concluir que debe devolver dinero a uno de sus abonados. Le cuesta a la empresa deshacerse de una porción (aún infinitesimal) de sus ingresos. Saben que no contraté nunca esa tarifa plana, saben que no hay una sola llamada a través de ellos, que utilizo otra operadora, pero eso no les vale. Necesitan más tiempo, para ellos es mejor guardar lo que no les corresponde. Hacer hucha gorda. Después de todo existe alguna posibilidad de que yo lo olvide (en realidad muchas), alguna de que sufra un accidente, o alguna incluso de que en la espera muera y nadie vaya en mi lugar a pedirles lo que me cogieron de la cuenta como quien mira para otro lado.
Hoy pregunté por la manera en que puedo ponerles una reclamación ante Consumo, porque un idealista como yo aún espera que alguien venga en ayuda, sin necesidad de un traje ajustado de mallas, no necesito un superhéroe que venza al gigante de anchas raíces y largas manos. Me basta con alguien serio desde algún organismo oficial dispuesto a dar la cara por los pobres hombres y mujeres que nada más observan los tejes y manejes de estas grandes empresas. Nos avasallan lo propio pero no tenemos porque permanecer callados. Puede que no podamos hacer mucho más que quejarnos, pero supongo que a alguien le importara. Alguien dirá ¡señor mío, hasta aquí hemos llegado!
Me ha dicho que no hay otra que ir directamente ante Consumo (que me queda bastante lejos aunque ella no lo sepa) o incluso poner una segunda reclamación acerca de la primera. Reclamar una solución para la primera reclamación mediante una segunda reclamación. Algo así como el camarote de los hermanos Marx en reclamaciones, sin partes contratantes pero con un porrón de números reclamantes.
La sensatez en ese instante me decía que no conviene saturar el canal de reclamaciones de la compañía, que está visto sufre de cierta parálisis, con nuevas, sospecho que es un embudo y por querer entrar todas al tiempo no pasó ninguna, pero tras meditarlo un segundo y seguro de que la muchacha que me ofrecía esa opción suponía que sensatamente rehusaría me vi diciendo que sí. Parecía que no iba a querer y quise. ¡Qué diablos! Pongamos una segunda reclamación, por la que no me pusieron cuando dijeron que la pondrían, por la espera que no ha sido de diez días sino ya de 18 y sin noticias. Super reclamemos a Timofónica por sus infinitos recursos, por sus mangoneos, por sus esperas que no son suyas sino mías.
Dentro de cada uno late un justiciero, y a mí me nacería ponerles una cada día, contra-reclamación diaria tras las comidas, como las siestas. Si fuera otro caso ya les habría devuelto los recibos, pero dependo de la línea de teléfono como un embrión del cordón umbilical de su madre. Me asomo a Internet y al teléfono todos los días y no me cuesta admitir que los necesito. Wanadoo lo sabe, y por lo que se ve, Telefónica también lo sabe.
Dicen que tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro son los tres objetivos para una vida. Yo he cumplido ya dos, porque reclamar a Timofónica es algo así como plantar un árbol o al menos una planta. Se requiere para ver los resultados, en ambos casos, mucha paciencia. Uno necesita de un riego diario y el otro, quizá, de infinitas reclamaciones.
He escrito algo, no un libro todavía, puede que más adelante. Cuando más mayor tenga más cosas que contar. Pero a malas este Vivo y digo, debidamente mecanografiado a doble espacio daría para calzar una mesa de sobra.
Me falta el niño. Cualquier día de estos.
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