Hoy empecé a correr a las 10:30 de la mañana y no he parado, en autobús, hasta las 7 de la tarde. Ahora bien éste ha sido un finde muy distinto. Estuve en Madrid y estuve en Segovia, comí cochinillo asado y cené el sábado cerca de las 12 en un chino de la capital.
Madrid es una ciudad con mucho encanto y con casi de todo, en grandes dosis.
Intenté tragar una biodramina esta mañana para evitarme la posibilidad de un mareo pero no tenía agua con la que acompañarla, así que metí la pastilla en la boca para nada. Lo único que conseguí fue que su color amarillo se me quedara en la lengua con muy mal sabor de boca.
La verdad es que estoy cansadísimo y sospecho que algo enfermo, no me voy a entretener, solamente contar que esta tarde me dijo Sestea que tras despedirme en la estación de la Avenida América coincidió en el vagón de metro con un chico ciego que cantaba con su guitarra: "Gracias a la vida que me ha dado tanto". La gente le ponía las monedas directamente en una riñonera. Ella lo persiguió porque al pasar por su lado para bajar no podía verla. Tiene razón, dice que fue triste, notoriamente triste y a la vez hermoso.
No tengo ganas de hablar. Decía Tim Robbins a Morgan Freeman en aquella película extraordinaria, "Cadena perpetua".
Hay dos caminos:
empeñarse en morir o empeñarse en vivir.
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