Hoy es San Javier. Esto es que es mi santo, porque no se puede ir muy lejos llamándose uno Anado Uni. Menudas caras más raras me pondría la gente. Claro que igual soy el primer Anado de la historia, vete tú a saber si estoy a tiempo de ser santo siendo solamente medio bueno, nada más por cubrir el hueco que existe. Para que alguien que venga tras de mí tenga de día de santo San Anado, que fue un poco santo y un poco tonto.
Lo que ocurre es que esto de los santos ya no se lleva nada. Si recogiéramos el criterio de unos críos en una libreta, abordándolos en los columpios o en la escuela probablemente nos encontraríamos con que la mayoría de ellos quieren ser Fernando Alonso en Mclaren, y ellas Raquel del Rosario. Y nos lo dirían mirándose los unos a las otras, las otras a los unos para dejarnos poco menos que de aguanta velas. Ni uno de ellos querría a estas alturas ser santo de nada.
Está muy desprestigiado ser santo. En realidad ya nadie aspira a ser bueno. Se aspira a tener éxito, y se aspira a dar con el éxito en las narices de un puñado de caras asombradas. Porque ni siquiera les bastará con el éxito cotidiano que hace que uno se sienta bien consigo mismo, ocurrencia que no se da todos los días. Quieren el éxito que nos muestra la televisión, así sea convertido en el más hortera del programa más zafio. Nuestros críos entienden por triunfar llegar a las rondas finales de un programa de pretenciosos cantarines.
Así es que andamos algo cortos de santos en estos tiempos. Tampoco es tan raro habida cuenta del papa que nos trajo la fumata blanca. Ya no es que no vayamos a encontrar un santo bajo las piedras, es que de sacerdotes andamos escasillos. Y me da el pálpito de que los que tengamos ahora van a ser muchos para los que vamos a tener.
A mí la verdad no es que me hagan mucha falta. Pero constato que hemos pasado de aquellos tiempos en que a uno eran muy capaces de marcarle la vida con un nombre para no olvidar, Cleofás por poner un ejemplo, solamente por nacer un día determinado del calendario, 25 de Septiembre, a estos otros en que para leer el nombre del santo hay que ponerse una lupa ante los ojos.
Lo cierto es que a mí me trae al pairo. Yo he sido siempre de celebrar sin demasiada celebración mi cumpleaños antes que prestarle atención a esta casualidad de los santos. Claro que por norma general en mi casa se me felicitaba...
Curiosas felicitaciones. Supongo que el único mérito es haber sobrevivido un santo más.
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