No vengo más que para escribir unas líneas que no alcanzan casi para nada. Para advertir que desde el lunes pasado tengo a mi familia conmigo. Alojados en Parres distante apenas dos kilómetros de mi casa. Han venido con los nanos y entre todos suman 13 personas, lo que supone toda una odisea a la hora de comer.
Tienen al lado de casa un caballo al que los críos llamaron Rayo por escoger un nombre aunque luego descubrieron que su nombre real era Nevado, por las motas blancas sobre el lomo. Y mudaron al nombre nuevo sin problema. El pequeño dice que el caballo ya lo conoce.
Se quedan juntos hasta el domingo. Mañana vamos a Santander y cenamos en Casa Poli, en las Puertas de Vidiago. Es un sitio en el que no admiten reserva pero nos van a reservar.
Antes que a ellos tuve aquí a Fer y Teresa, amigos de Valencia. Y después de ellos llegará conmigo Sestea para enseñarme que en realidad no pasa el tiempo. Parece que sí, pero es un efecto óptico, como la imagen del espejo. Todo permanece.
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