Creí que era una aventura y en
realidad era la vida.
Joseph-Conrad
No quiero empezar con uno de mis monólogos trascendentes acerca del paso del tiempo y demás cosas que me preocupan tan tontamente como si se dieran en mí sólo.
Pero estas fechas de fin de año son propicias para que uno haga balance acerca de cómo va la vida, esa aventura que se vive sin borrador, sin previo aviso, para que uno pueda irse equivocando una vez tras otra sin que haya equivocación más grave que morir. Que las cotidianas se podrán ir solucionando según llegan. Hay siempre vuelta de hoja. Una oportunidad más.
Me llegan las primeras felicitaciones de Navidad y su consabido deseo de felicidad para año nuevo y reparo en que se marcha el tren que trajo el 2007 para que lo viviéramos lo mejor posible. Cada uno exactamente como quiera. Tu libertad ha construido lo que te rodea.
Yo soy una voz bastante autorizada para hablar de lo imprevisible de la vida. Maldita sea, del presente, de este minuto. Y hoy he desayunado en un sitio regentado por un par de argentinos encantadores, como lo son todos. He pedido unas tostaditas pequeñas, como de canapé, con mantequilla. Ayer pasé ratos del día haciendo unos muñequitos MII en la Wii de mi hermana, y me quedaron muy lindos y realmente parecidos a sus alter ego de carne y hueso. Yo tenía hecho uno ya, por mi hermana Bego que me hizo una narizota con las justas proporciones de un árbol de navidad. Y creo que se quedó corta. Le faltó además hacerme una boca como un buzón de correos. Pero es que ella, la pobre, no me ve reírme muy a menudo. Con lo que yo me río.
Pero es que estoy muy lejos. A veces parece otro planeta.
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