No debería contarlo y sin embargo...
Y sin embargo - Joaquín Sabina
Vengo sufriendo algunas molestias. Desde hace muy pocos días, tan pocos que no me acostumbro. Sospecho que sufro un principio de hemorroides, que es cosa de llevar en silencio si no se tiene un blog para contarlo.
La cosa tiene mala pinta, porque yo soy de los que no tiene a nadie más que a mi mismo para cuidarme. Que me contaban el otro día el caso de la novia de un compañero de trabajo, que no sufrió una peritonitis de milagro pues quedó nada más en una apendicitis de la que ha sido operada con éxito. Pero la tuvo que llevar a Urgencias porque no paraba de vomitar. Y allí la curaron diciendo que había sido una suerte cogerla a tiempo.
Pero si me llega a ocurrir a mí sospecho que me hubiera quedado en el sitio. Soy así de frágil y estoy así de desvalido. Sigo teniendo un cuerpo 10 pero estoy demasiado expuesto. Y además soy muy mal enfermo. Que lo mío es quejarme a pesar de no querer preocupar a nadie.
He estado informándome acerca del tema. Porque razón siento yo ahora molestias en tan mal sitio, con lo bien que he estado yo siempre, y lo muy bueno. Y resulta que he venido a darme cuenta de que soy el perfecto candidato a las almorranas o hemorroides, que uno ve las razones que podrían dar lugar y las voy cumpliendo todas, una a una, a excepción claro está de la más dolorosa y a mi juicio más incomprensible. Haber introducido alguna cosa por el ano. Tú mismo u otra persona. Cosa que por suerte no ha ocurrido nunca ni ocurrirá mientras me habite una pizca de voluntad. Digamos que en mi caso es exclusivamente para dar salida, algo así como una puerta invencible al sentido contrario.
Pero el resto de las razones las cumplo al dedillo, que parece que me estén describiendo. Dicen que tiene que ver con la alimentación, y la verdad es que mi alimentación es bastante mediocre. Pizzas y congelados en su mayor parte. Aunque sea cierto que en los últimos tiempos he vuelto a comer verduras, por lo visto ha sido ya demasiado tarde. Cuentan también que puede ser debido a llevar una vida más bien poco deportiva. Y vuelven a acertar de pleno, a excepción de estos últimos días en que he regresado por la piscina como un nadador recordando el modo. Así que mi propósito de enmienda y mejora ha ido a caer en saco roto. Y nunca mejor dicho.
Dicen que es probable por pasar muchas horas sentado. Aciertan ciento por ciento. Que me paso las mañanas en el trabajo sentado muy formal y muy risueño. Y la mayor parte de las tardes alternando la misma posición con otra aún si cabe más relajada, en la horizontal del sillón, con los animalicos trotando por el Masai Mara o con el tipo aquel contando alguno de sus viajes. Que es como llamar al sueño de la noche anterior por hacerlo volver.
Dicen que puede ser que la cosa provenga de algún esfuerzo súbito en el acto necesario de arrojar. Y yo que si tuviera que escoger equipo entre los estreñidos y los que arrojan a pierna suelta lo haría sin dudar por los que encuentran algún mérito incluso en tareas tan cotidianas. Cada día una batalla. Que es legendario la forma en que me cierro en mi mismo nada más recibo visita o soy yo el que acude hacia algún sitio.
Soy un universo en mi mismo.
Ahora mi madre dice que tengo que comprar una pomada y me cuenta remedios más caseros y menos abiertos a la maledicencia de los vecinos. Que en los pueblos se murmura más que en las ciudades, aunque de mí solamente se cuenten cosas buenas. Pero la verdad es que ya no tengo comodidad suficiente como para hacer la vista gorda. Yo que lo he dado todo por bueno y que vivo el día a día sin más ambición que repetir.
Así que mañana visito a la farmacéutica dispuesto a sacar la bandera blanca si me pongo a salvo de alguna inspección médica exhaustiva.
Yo los hospitales no los quiero para nada. Solamente me traen malos recuerdos.
Y olvidar costó lo suyo.
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