sábado, 5 de enero de 2008

Los rifles

Menos mal que con los rifles no se matan las palabras.

Abrazado a la tristeza - Fito y los fitipaldis



Llevo tiempo queriendo regresar. Pero siempre estoy a punto de hacer algo que me impide, siempre hay algo que no me deja sentarme un momento por ver si cuento alguna cosa.

Quise hacerlo con motivo del sorteo de Navidad, que me tuvo de risas toda la mañana, pese a saberme tan poco premiado como el resto de días. Pero había tocado el gordo en el pueblo que habito, o al menos una parte de él. Cuentan que a una familia que viene de cuando en cuando de Madrid se llevó consigo 7 décimos del mismo número, el premiado, así que ahora deben juntar a la fortuna no desdeñable que les da para dos domicilios tan distantes un pico de 350 millones de las de antes, de las pesetas que echamos tanto de menos.

Pero en verdad hoy vengo solamente para contar que estuve viendo el documental que afirma que uno de cada tres americanos tiene armas en casa. Es su derecho constitucional, la segunda enmienda, dicen. Había que ver como le sujetaban los hombros a aquel chavalín para que el retroceso en el campo de tiro no lo desequilibrara. Había que ver a aquel otro, un crío de 4 o 5 años que tiraba sin poner siquiera unos cascos para mitigar el ruido de los disparos. Y no con una pistola menuda, tirando con auténticas metralletas de tercera guerra mundial.

Cada poco ocurre que en Estados Unidos alguien se harta de esperar. La vida no le da lo que espera. Con lo frustrante que es. Entonces decide mandarlo todo por el aire. Coge el arma y muestra el hartazgo a tiros. Abatir hasta ser abatido.

Ocurre a veces, pero pueden sentirse afortunados. Lo normal sería que se diera más a menudo.
Hay una guerra civil de desconfianza de todos contra todos.

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