Se despedirán de ti cada mañana.
Dónde estarás - Ismael Serrano
Dicen que el fútbol copia a la vida porque como aquella no es justo. A veces premia al que menos lo merece, como la vida.
Yo no sé si Koeman merece o no premio. Lo que sé que no es mucho, tiene que ver con anticipar a una milla de distancia, ¿dije milla?, a mil kilómetros, un negocio que acaba en ruina.
Y no porque yo sea un dechado de virtudes, ni porque tenga una intuición infalible. Ni siquiera se me dan bien los números, igual que a Koeman, al menos los números que tienen que ver con el fútbol. Aunque a él las cuentas a final de mes le vayan a salir más redondas que las mías, aunque ya tampoco haya para mí nada fuera de mi alcance. Que siempre fui de conformar con poco y de pocos lujos.
Probablemente a Koeman le vayan los lujos más. Tendrá perdido entre los papeles de la escuela holandesa de fútbol la máxima más universal del fútbol y de la vida. Lo importante es la victoria, o más sencillamente ganar por encima de cualquier otra cosa.
Por eso recomienda Koeman a los periodistas que aprendan fútbol antes de presentarse con un micrófono ante sus ojos, y tiene razón, y que aprendan también periodismo, que la mayoría andan cortos de ideas y amarrados a los tópicos intercambiables como un loro al nombre que consigue el mijo o el alpiste. Recomienda Koeman que aprendan de fútbol para ver si le aciertan la disposición táctica del partido aunque él olvidó que las victorias en fútbol son lo único importante, y que después de todo nadie acertaría con la disposición del caos, todos aquellos jugadores moviéndose de lado a lado, subiendo los laterales, bajando los centrocampistas, y no como un movimiento coordinado fruto de los entrenamientos, sino como resultado de la falta de criterio o la necesidad de quitarse de en medio para pasar más inadvertido.
A Koeman las cuentas del fútbol se le quedaron trabadas, demasiadas cenas tras derrota. Pero ahora que el Valencia inicia el negociazo le empiezan a cuadrar los números para decir ¡eureka! y pensar que una retirada a tiempo nunca fue una victoria tan rotunda.
Obviamente el error no es de Koeman, que ha muerto con las botas puestas empeñado en que sus jugadores hicieran la forma del tulipán sobre el verde césped, aunque luego terminara casi siempre como el rosario de la aurora. La culpa es de la directiva del Valencia que ha decidido mostrar cómo se puede llevar una empresa a la ruina, quizá no deportiva, pero sí económica.
¿En qué empresa cesarían a un trabajador con contrato por tres años a los pocos meses teniendo que pagarle el contrato integro?
La lógica dice que en ninguna. Aunque solamente sea por ese raro concepto de la coherencia, de aguantar por el compromiso adquirido, sino de la palabra dada sí por el papel firmado. Por el propósito firme de entonces, por la sangría económica.
Pero hay una, que no es única desde luego en el generoso mundo del fútbol y sus disparates. En el Valencia Club de Fútbol, escuela de empresariales donde todo es del color de las cosas sin importancia y esponjoso como las nubes.
Lo mejor de todo es que según parece quisieron blindar a Koeman, del que no sabían apenas nada, bueno sí, que tiraba muy bien las faltas cuando ya empezaba a apuntar las formas de oficinista fondón de la actualidad, pero como entrenador apenas nada. Que había entrenado en Portugal y Holanda con resultados discretos. No obstante, lo querían blindado no fuera a venir al Barça a llevárselo a mitad de proyecto. Entonces él accedió a ponerse una claúsula como las estrellas, a cambio de tener el contrato bajo llave frente a la otra parte, que son los mismos que lo contrataban.
Y aunque en el fútbol está todo inventado, y es evidente que los entrenadores están sometidos a la tiranía del resultado los mandamases del Valencia firmaron esos tres años pensando que igual se les quedaba corto. ¡Qué importa que luego te puedas arrepentir! ¡Qué importa que luego te arrepientas! Mil casos se dieron antes, mil se darán a partir de ahora pero no aprenderán porque en el fútbol gobierna el desgobierno y el despropósito. Y nada vale para mañana porque el presente es lo único que vale.
Pagas y santas pascuas.
Decía el bueno de Koeman con el finiquito bajo el brazo que ha ganado una experiencia y ha perdido una ilusión, es un pensamiento precioso que concierne a la vida tanto como al fútbol. ¿Por qué quién no ha perdido alguna ilusión?
Yo perdí unas cuantas y sigo hacia delante.
Pero Koeman tiene 10 millones de euros para administrar la pena de verse sin trabajo por ahora. Porque al final, en el caso improbable que descienda el Valencia lo habrá hecho sin Koeman en el banquillo, que no vayan a colgarle a él ese muerto. Y si se salva sus derrotas serán olvidadas como se olvidan las derrotas y hasta las victorias semanales del fútbol. Son papel mojado como todos los días grises.
Pero que nadie olvide el título logrado, ese lapso mágico vivido con él en el banquillo, esa copa del Rey que le servirá para escoger equipo sacando pecho, porque Koeman está ya en la los libros del Valencia, por un título que solamente se había ganado 6 veces en la anhelante historia de un club con pocas razones para el orgullo fuera de su afición ruidosa.
Quizá un día incluso nos pueda la nostalgia por devolver a Koeman al banquillo valencianista. Pensando que con él se ganaban los títulos que faltarán.
Mientras tanto le dejan un recuerdo. 10 millones de euros para que no olvide que el fútbol se dan milagros casi todos los días.
Al fin, es un cielo que pertenece al mundo de los sueños.
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