Yo también dije esas mentiras.
La ciudad parece un mundo - Ismael Serrano
No tengo mucha gana de hablar del fulano que tuvo secuestrada a la hija durante 24 años, a la que hizo 6 hijos para descubrirnos una nueva relación de parentesco insólita a la par que repugnante. Aquellos eran sus hijos-nietos. Y se subía a la parte pública de la casa a los bebés más ruidosos, así de sencillo, a los menos revoltosos los dejaba metidos en el zulo para que meditaran clandestinamente por los rincones, con el ruido de fondo de la tele y los anuncios. Pero no quiero hablar de eso.
En ese pelo revuelto, con esa cresta de gallo expulsado a escobazos alguien debió hallar el signo de un desequilibrio. En esa mirada loca de Dalí sin un ápice de genialidad.
Pero no lo supieron ver. Creyeron sin hacer preguntas todas y cada una de sus coartadas, de sus razones.
Pero hoy quiero hablar de otro loco. Quiero hablar de nuestro ínclito actor Andrés Pajares, que tiene la cabeza hecha una jaula de pájaros pero que en su zafio peregrinar por la locura resulta hasta entrañable, ahora que se le está olvidando hablar y solamente retiene groserías y palabras mal sonantes. Seguí con atención hace unas fechas su convocatoria a un programa de los de marujeo al por mayor. Lo que dice tan poco de mis noches de viernes o sábado que ahora mismo estoy sintiendo vergüenza, pero al final es culpa mía solamente a medias. Yo no logré hacer con ese viernes o ese sábado nada provechoso, pero no me inventé la programación de entonces. Simplemente fui testigo. Y al fin, ver a Andrés Pajares en aquellas circunstancias era muy parecido a buscarle la salida a un juego de laberinto en una revista de crucigramas. Escucharle era como asistir a una conferencia técnica de la NASA, se nos derrama el contenido a borbotones porque el cerebro nos va demasiado despacio para entender, sólo que en este caso no es nuestro cerebro con retardo, sino el suyo. Las ideas no usan frases para expresarse. Son un archipiélago de saltos. Un puñado de petardos estallando aislados. Chocolate, caramelo y galleta. Andrés Pajares piensa como habla Radomir Antic. Ni uno ni otro saben lo que dicen. Pero en el mundo del fútbol no hay verdades universales ni disparate que agote el crédito.
En la vida suele haber menos oportunidades.
Cada una perdida es una puerta que se cierra.
Sin embargo, el bueno de Andrés Pajares acudía previo pago, para asegurar que su vida familiar es un caos y yo sospecho que se ha enrolado en el ejército de la provocacion y el taco grueso porque debió callarlos todos por educar a sus hijos conforme a las buenas costumbres, y claro, le han salido tan rematadamente mal que ahora quiere educar a los vuestros mostrando que no hace falta hilar una frase con coherencia para aparecen en la caja tonta.
Transcurrió el programa entero sin que los periodistas pudieran entrevistarlo. Muy audaz por su parte, pues se llevo crudo el montante sin tener que atenderlos siquiera. Simplemente se dedicó a repetir sin gracia que le gustaba follar ¿te gusta a ti? preguntaba. Y los periodistas no sabían que decir porque aquello escapaba a las 4 preguntas preparadas en casa. Así que sonreían tontamente cuando se veían en el centro de la cámara.
Al menos aquella aparición sirvió para dos cosas. Constatar que la noche que destrozó la habitación del hotel de Madrid donde vive no estaba drogado, que hubiera sido la mejor de las noticias, y que está desarrollando una forma de mirar bastante extraña e inquietante. Hasta la comisura de la boca se le está viniendo arriba como la de Jack Nicholson de Joker. En definitiva a Andrés Pajares se le está revolviendo tanto la pajarera que se le nota hasta callado. Y habla con la lengua enredada como si de hinchada no le cupiera en la boca.
Si eso no lo hacen las drogas o el alcohol entonces su problema tiene difícil solución. Tiene el cerebro parcialmente fosilizado. Al menos la parte que no usa para pestañear, caminar o como él dice, follar.
No soy psiquiatra, pero se nos ha quedado fijo al norte. Y si algo le sobresalta entonces se vuelve de aspavientos y barbaridades, como huyendo por un bosque terrorífico.
Hoy ha llevado su episodio un poco más allá. Se ha puesto una peluca y un bigote y se ha ido con una pistola de pega a asaltar un bufete de abogados. Le han terminado reduciendo, aunque antes le ha dado tiempo a rociar a unos cuantos con su spray anti-violador.
Pobre hombre. Vaya fácil que es perder la cabeza. Los demás no debemos confiarnos.
Estamos al borde de la delgada línea roja.
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