domingo, 8 de junio de 2008

El paseíco

No sé que tengo que decir.

Mil calles llevan hacia ti - La Guardia



Pasando toda la semana con pequeñas cosas que contar y llego hoy sin nada que decir. Estrujo la calabaza para dar con aquello que me ocurrió y que solamente podía ocurrirme a mí, que resultaba hasta gracioso visto en la distancia y con el humor imprescindible para no irse dando cabezazos contra las paredes, pero ahora no me acuerdo, estoy tan perdido como cuando jugaba en mi niñez extraviada al juego de levantar fichas de animales para hacer parejas y es que siempre fue importante estar donde se debía estar, con la cabeza centradica, y no flotando en ensoñaciones con pocos visos de realidad; aunque hoy ésta es la de un amnésico que no sabría siquiera cómo explicar cuando perdió la memoria.

He seguido, obviamente, metiendo el hocico en los turbios asuntos que nos anuncian los periódicos para que los compremos. Seguimos con una justicia en horas bajas, con inocentes penando los delitos que cometieron otros porque la verdad no importa, importa la parálisis de las togas, que las cosas de palacio van despacio, cuando van, que suele ser muy raramente y por poco tiempo.

Los hombres siguen maltratando a las mujeres con las que se decidieron a pasar la vida entera, claro que no aclararon de qué modo. Y eso es algo que nunca entenderé, pues sería mucho más razonable buscar la felicidad con otras personas antes de vivir esa amargura del desamor cotidiano. Pero supongo que para comportarse de ese modo hay que tener una cierta predisposición, a mí me sigue sonando a antiguo, aunque no sea cierto y existan esos mismos energúmenos entre gente de mi edad o aún más jóvenes (que los hay).

Ayer vi en la tele que en un pueblo han nombrado alcaldesa honoraria a la figura de la Virgen, una medida muy acertada si se tiene en cuenta que los concejales siempre podrán encaminar las quejas de los vecinos hacia las altas esferas, esto es a la parroquia directamente, que si tardan en asfaltar la calle no es cosa nuestra sino de la alcaldesa, a la que no le llegan las peticiones o anda ocupada en asuntos de mayor importancia.

A mí esta medida me parece bastante desacertada, quizá porque creo que las creencias de cada uno quedan para uno mismo, pero esto es lo que hay. ¿Cuánto decían que pesaba el alma? Después de todo la medida probablemente acerca la felicidad para unos cuantos, y eso es lo más importante. Y puede que hasta incentive el turismo.

Por otro lado y sin dejar de hablar de la realidad contaré que los progresos de Niko Bellic en Liberty City son notorios y empieza a ser conocido en los bajos fondos, donde parece moverse como pez en el agua, no he querido preguntarle por su pasado, pero intuyo que en la guerra hizo cosas de las que nadie se sentiría muy orgulloso.

Por supuesto sigo manteniendo que aún le iría mejor sino fuera yo el que está manejando los mandos al otro lado, pero es su sino, como el mío es ser tal como soy y nada más.

Contaré que en un tiroteo de impresión del que salió milagrosamente vivo, me dio la impresión de estar ante un mito casi, de puro indestructible, y hasta yo empezaba a admirarlo por su precisión pese a su gatillo fácil, aunque para eso ayudara que el punto de mira fuera automático y se posicionara directamente sobre el pecho de sus cuantiosos enemigos, descartando el paseo espacial por tierra de nadie. Así dar en la diana es bien sencillo, hasta yo acertaba. Pero lo malo ocurrió después, cuando más confiado estaba el hombre. En un accidente de tráfico que apenas fue nada. Salieron un par de paisanos de sus vehículos dispuestos a darle su merecido, desconocedores sin duda de la negra trayectoria del protagonista por la ciudad, pues de saberlo nadie estima su vida en tan poco. Pero ocurrió lo inesperado, el punto de vista de la cámara cambió y no había forma de hacerles frente, así que lo que no habían logrado un batallón de rusos armados hasta los dientes dentro de un almacén lo lograron dos paisanos a puñetazo limpio.

Niko Bellic al hospital ante mi estupor y yo con unas ganas de venganza tan terribles que aún me pregunto donde quedó la buena persona que yo era.

Antes, mucho antes.

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