A esperar que suba la marea.
A la orilla de la chimenea - Joaquín Sabina
Vuelvo como ayer sin nada que contar. Me he paseado por los periódicos por ver si había algo que pudiera mencionar, algo que tuviera que ver con este tiempo que vivimos, este siglo XXI que vivo y digo.
Pero no me apetece hablar de las redes pedófilas que pueblan Internet compartiendo abusos a menores, eso más bien me da ganas de echar la pota y no parar.
Tampoco me apetece hablar de la red de narcotráfico que opera en los aeropuertos distrayendo maletas y traficando con personas.
¿Dónde se me han metido los políticos? ¿No podré hacer sangre hoy con ellos? ¡Quiero la calma chicha de un estanque donde se refleje el atardecer cotidiano!
Al fin los políticos como los entrenadores de fútbol están para saco de boxeo en que el ciudadano normal y corriente puede descargar sus propios dolores y frustraciones.
Pero hoy nada me inspira.
Sí contaré que contra pronostico y aunque no lo parezca los famosos 200 euros que son parte de un total de 400 que prometió el gobierno, han terminado apareciendo.
Van muy disfrazados en la nómina, pero están ahí.
Es truco de trilero.
Como en tantas cosas, son una distracción momentánea; los terminarán cobrando.
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