Eres pequeña como una estrella fugaz.
Eres - Ismael Serrano
Pues vuelvo para hablar de la ministra francesa embarazada. No me duele decir que siento no ser yo el fulano que la encintó. Me duele no serlo.
Y uno dirá que la mujer anda por los 43 años, que es llevarme unos cuantos, y que ni siquiera sé como se llama ¡ni quiero saberlo! Pero hoy vi una foto en el periódico en que aparece con el pelo corto algo revuelto mirando hacia abajo con media sonrisa y parece el rayo de sol abriéndose paso entre las nubes. Hay en su sonrisa toda la seguridad de no poder perder nunca más. Y uno quiere confiarse a aquella sonrisa y a aquella mirada. Y dormirse amparado. Es la sonrisa en que me perdería. Y es verdad que de esa foto puede hacer algún tiempo, que cruel que no se hubiera detenido en aquella sonrisa para siempre. Que ya no sé si estoy enamorado de ella o estoy enamorado de la foto, tan solo. Si pudiera la haría de tamaño póster porque nunca imaginamos ni ella, ni yo que pudiera resultar tan guapa. Es la foto que dejará para la posteridad. Para dentro de dos siglos.
Leí hace unos años, creo que a Isabel Allende que un personaje se había enamorado de una mujer por un gesto que hacía a la orilla de la piscina, una especie de saludo con la mano que hizo que el tiempo se detuviera. Que la volvió inmortal a sus ojos.
A mí me ha ocurrido igual. Y conste que yo también tengo alguna foto en que salgo mejor de que doy al natural, se trata de un día único en la vida, de un instante fugaz en que la cámara también se enamora.
Pero la diferencia entre ella y el yo de entonces no admite comparación.
Salta a la vista.
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