jueves, 16 de octubre de 2008
Desde A N N L E A
Volver a escribir - Volver a escribir (29/10/04)
A todos los miembros que han participado de esta ilusión común. A los que se han mantenido fieles y han regresado para encontrarnos. A los que lograron que nuestro sitio no muriera. A todos ellos, apenas conocidos, solamente por sus letras, y que se me han hecho importantes.
Anado
-Es de lo mejorcito que he leído.
- Bueno, me sentí inspirado, prácticamente poseído, como si a través de mi se manifestara otro.
- Pues ya le digo, de lo mejorcito que me ha puesto delante en estos años.
- Ya, pero no sé si fiarme de su palabra. Que sea subordinado mío desde hace ¿cuántos?
Y que siempre sea tan obsequioso en sus palabras me hace sospechar que quizá me esté dorando la pildora para tenerme a bien. (Se ríe)
- Igual al principio sí señor. (Ríe también) Pero ya son 5 años, señor, cinco gloriosos años en los que le he leído una redacción semanal, como ya sabe con la debida atención. Y como para no tenerla, fue muy hábil fijando aquella media hora de preguntas sobre el texto, como para comprobar su lectura.
- No crea que fue para eso. Simplemente, y como sabe, mi forma de escribir peca de intelectual, y ese rato no es para otra cosa que para aclarar las dudas que le hubieran podido surgir.
- Hombre, jefe, preguntarme a bocajarro y quitándome el papel de las manos, el nombre del protagonista no es aclarar muchas dudas, si me permite.
- Convendrá conmigo en que si lo es cuando el texto del que hablamos, como recordará es denso como la bruma de un Londres muy brumoso. Y mi duda es si su cabeza después de recibir un torrente de información tan grande, logró retener datos más o menos irrelevantes.
- Bueno, usted siempre ha sido muy certero con los nombres de sus personajes. Tan enrevesados que sería difícil olvidarlos. Además si no recuerda mal comenzó a "tomarme" las lecturas cuando aún estaba a prueba...
-Sí, empezamos pronto con esta saludable costumbre, dos locos por la literatura, codo con codo. Y quien me iba a decir que encontraría a alguien al que le gustaran mis relatos más que a mi mismo.
-No lo crea, no.
-¿Cómo?
-Que no puedo concebir que me gusten más a mí, aún gustándome tanto, que al propio autor, digo. El autor se vacía en ellos ¿no? Son parte de si mismo.
-Pues sí querido amigo, mire que ha habido algunos confeccionados aprisa y corriendo, mientras comía, para no faltar a la entrega de los viernes. Y para todos ellos usted siempre ha tenido palabras de elogio y hasta pleitesia ¿verdad?
-Sí, no me ha dejado un fin de semana sin lectura desde hace 5 años. Cinco años con sus cuartillas a pasar el sábado.
-Fíjese que a mi esposa la enamoré con versos. Y ahora le revelo un secreto, no eran míos, eran de Becquer pero los hacía pasar por míos bajo la luz de la luna.
- Un truco infalible.
- Ay si entonces hubiera tenido más fe en mi propia ciencia. (La mirada se pierde como en el infinito). Que oportunidad perdí de escribir versos mejores que los de Becquer.
- ¿Mejores que los suyos?
- Claro, la vida tiene sus momentos, y no me puede pedir ahora que escriba como cuando tenía 20 años. A los 20 años aún se puede hacer poesía porque la vida se ve con optimismo. No existen tonalidades, sólo extremos. Y los extremos son el motor de la poesía.
- Opinión muy particular la suya. Aunque la comparto, cómo no.
- Entonces quizá hubiera podido enamorarla con mis propias palabras, pero no creí en mí. Y míreme ahora capaz de la mejor prosa, la que dan los años. Y rememorando mi falta de empuje como poeta, entonces.
- Sí es usted un escritor excepcional.
- Sin embargo, y aunque no lo crea, con usted es con quien puedo hablar de mi literatura con mayor comodidad.
- Se hace lo que se puede.
- Ni le digo que me diría mi esposa si le diera a leer las miles de hojas que lleva leídas en estos años. Ni un fragmento puedo darle a estas alturas. Vive con un gran escritor y apenas lo sabe.
- Si acaso por los comentarios que le hace cuando hemos coincidido. Usted siempre aprovecha las reuniones festivas por Navidad para ponerme poco menos que por su discípulo. Y siempre aparece cuando más gente está a mi alrededor.
- Así es, sí. Es usted un lector minucioso, y qué haríamos los buenos escritores sin gente como usted. Además quiero que le conste que tengo su criterio en mucha estima, pues llegó a mis oídos que había ganado un certamen literario de joven.
- Bueno, de eso hace muchos años, y no fue un certamen exactamente.
- ¿Cómo fue entonces?
- Era de crío, un relato mío fue considerado el mejor de mi clase. El mejor relato de los escritos para aquella asignatura "Lenguaje" de todo el aula. Debía contar no más de 10 años.
- Fuera como fuere, debía usted haber seguido escribiendo.
- Ya es tarde para mí, perdí el tren de la literatura, ...
- Escuche bien, vuelva a escribir. Se lo digo yo, no un cualquiera. Podríamos comparar (ríe abiertamente).
- No, yo ya no, ...
- ¡No me ha oído! ¡Vuelva a escribir le digo!
- De acuerdo, gracias.
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