Esclavo de sus besos - David Bisbal
Todo hombre de bien está en contra de la tortura. Esto es de cajón.
Pero hay un grupo de músicos que está especialmente en contra. Ahí va ese titular:
"Un grupo de músicos demanda al Gobierno de EE UU por usar sus canciones para los interrogatorios en Guantánamo"
¡Tócate! Que los marines usan su música para torturar presos. Con eso está dicho todo. Seguro que estos pobres músicos no esperaban que se diera tal cosa cuando pasaban las tardes componiendo. Que más bien esperaban un Grammy... pero la crítica y el destino son caprichosos, la vida es una tómbola, da muchas vueltas.
Aunque fíjate que lo malo no es que torturen, por eso no pondrían demanda ninguna. Lo malo es que lo hagan con la música de uno. ¡Habráse visto!
Pero es que la creatividad anda alicaída. Hay que ver unos anuncios de la tele para darse cuenta. El de las cuatro amigas en un coche mientras cantan algo de un seguro, mientras la flecha-logo del seguro se menea colgada del retrovisor es de cantar cabecillas de tramas terroristas aunque no se conozcan. Que si a un tipo lo sientan atado a una silla, y le echan diez veces ese anuncio o su similar, con cuarteto de chulos-playa al abordaje desde otro coche, o el de la familia feliz, que va cantando todo el viaje al trán trán, viaje que se hace insoportablemente largo al espectador, como día sin pan, uno, el torturado, puede clamar porque le den cuarto y mitad de inyección letal cuanto antes. O que la dichosa familia, y nunca mejor dicho lo de dichosa, sufra aparatoso accidente con salida frontal por las ventanas y corrimiento de metal-mantequilla por las salidas de impacto que idean en ordenadores y con muñecos (que se estrellan sin haber hecho mal a nadie). Porque al ver ese anuncio uno piensa que a fin de cuentas, no todos los accidentes van a ser para mal.
Y es que el problema no es que los "mandamases" de la aseguradora escojan tan malamente, sino que escojan algo tan malo entre tanto otro que hemos de suponer peor.
Los anuncios malos abundan. Aunque también los hay buenos. Muy buenos incluso. Pero esos otros se olvidan.
Yo tengo un don para recordar solamente los malos.
A la embajada de Brasil en Honduras le están enchufando con grandes altavoces toques de corneta y música de variedades para impedir que los brasileños y el presidente depuesto puedan conciliar el sueño. Incluso le ponen una canción en que le llaman bicho de dos patas, y que es un ser vil y cosas así. Vamos que le van con indirectas por ver si él exiliado da su brazo a torcer y sale a defender su honor a pecho descubierto, o ve mermada su confianza y su amor propio escuchando cosas tales y sale igualmente incapaz de proseguir escuchando infamias tan graves. O puede ser que la música-guateque vaya encaminada a los que lo acogen para que lo descubran malo, ruin y bicho.
Gracias que estos hondureños en su candidez de país atrasado y con vocación de atrasarse más cada día no hayan descubierto a los músicos americanos de las demandas.
Si se los ponen una noche de estas, igual consiguen su propósito, echan a patadas a Zelaya por aplacar la tortura o, tiro por la culata, entran ejércitos a tanque por la frontera con Lula agitando los brazos.
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