jueves, 22 de abril de 2021

En la lápida que no tendré, prefiero ser un recuerdo nada más, bien podría poner, aunque no lo pondrá, DEDICÓ SU VIDA A SALVAR VIDAS, o más corto y en letras más grandes SALVÓ VIDAS. Quién y más y quién menos ya se va acordando del pajarito enredado en el árbol al que mi llegada providencial a mitad de semana salvó de una muerte por inanición garantizada. Pero todas mis buenas obras exceden de eso, y aunque no todas reciben la publicidad que merecen, hoy tengo que decirlo, salvé una vida más. Las vidas que salvo con ésta inusitada frecuencia no son grandes vidas, no soy un bombero en las torres gemelas son vidas pequeñas, insignificantes para casi cualquier otro. Hoy salí temprano con Ona, y recorrido un trecho corto me encontré con un caracol de buen tamaño cruzando el paseo que es de cemento entre los árboles. No es algo seguro, puede ser que hubiera salvado la vida igual, pero a nadie se le escapa que aquel camino era terreno minado, que es probable que cualquiera con más prisa y aún peor vista se hubiera llevado al animalito pegado a la suela de su zapato. Así que ni corto ni perezoso lo he cogido en volandas y lo he acercado a la zona de césped y matorral a la que sin lugar a dudas se dirigía. Puede que se haya llevado a cambio un susto terrible, aunque yo esperaba que se hubiera escondido en su caparazón al perder pie del suelo, al contrario se ha quedado con todo el corpachón por fuera como si nada pasara. Es posible que otra gente buena le salvara la vida más veces y ese viaje por el aire sea para él algo de lo más natural, o puede incluso que fuera yo mismo quien le salvara en otra ocasión y el bicho se dijera ya está aquí este otra vez para salvarme, que no cuento todas las veces que mis actos han salvado vidas. Solamente alguna cuento y solo por contar algo.

Ya en destino Ona se acercó a olisquearlo, y aunque no le prestó mayor atención, si puede que pensara: De buena te ha librado.

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