Es complicado saber en la vida si se acierta o se yerra. Aquí no podemos hacer trampa como en los libros aquellos de Elige tu propia aventura en que leías la consecuencia a tu decisión y podías volver atrás, bastaba tan solo con no perder la página en que la historia bifurcaba. Certezas pocas, quizá una sola, Pablo, que no estaría aquí si no hubiera regresado. Cuando veo a un padre y a su hijo soy consciente ahora de estar ante un auténtico yacimiento de amor, emana como una fuente invisible, lo sé porque sé lo que siento cuando estoy con él.
Ahora está en la guardería, tras un año sin ir. Los dos primeros días lloró a lágrima viva en los brazos de su madre. Es su estrellita y la suele perseguir para estar con ella. Separarse para volver a la escuelita tiene que haber sido algo muy duro para él. Después lo he seguido llevando yo, y pasó de una actitud resignada, como ante hechos consumados, a una más animosa, con baile al son de la música en el coche. Yo creo que es porque confía en su papá. Le dije que no tardaría, que lo iba a recoger pronto cada día y apenas pasa allí entre dos y tres horas.
Luego se viene a mis brazos. Está contento, pregunta si su mamá está en casa. Y yo le digo que no, todavía no, en un ratito. La respuesta no le convence del todo. Tendrá paciencia, después de todo es muy buen niño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario