Vivo en un país de verbena y pandereta. De eso no me cabe la menor duda. Con ese famoseo salido de la nada, porque nada o prácticamente les hizo famosos, y a cambio de las innumerables desventajas de ser famoso, obtienen utilísimo dinero que vale tanto como los sudores del anonimato.
Mira tú a Nuria Bermúdez, que ahora se junta con el abogado Rodríguez Menéndez, al que su esposa quería muerto, literalmente hablando, y pagó a unos cuantos asesinos, o al menos a quienes no tenían mucho inconveniente en convertirse en asesinos, supongo que por el vil metal, que es trueque necesario para lujos. Pero el tipo se salvó y a ella la encerraron, bajo llave y con mala cara.
Podría decirse que la historia terminó con un final feliz, pero lo que no entiendo tan bien, es como éste energúmeno de siete vidas, ha atesorado una fortuna tan grande como para poner en riesgo su vida, lo último que yo querría es que me representara en un juicio. Aunque por mí se puede quedar todos los juicios por venir. Al menos los que a mí me conciernan.
Y por mí también, se puede ir con su novia la multiple orgásmica de Antonio David, la tal Nuria, y todo ese famoseo con cualidades de ubicuidad, allí dónde hay una cámara están ellos, a un país de revistas del corazón. Dónde les paguen las fotos, con kilos y kilos de papel reciclable.