domingo, 21 de enero de 2001

21/01/01 14:45

Allá en la época franquista, que a mi me cogía como algo inexistente, incluso como idea, campaba a sus anchas, un tal Melitón Manzanas. Qué quizá en venganza contra el mundo por nombre tan tremendo, se hizo o hicieron jefe de brigada en la comisaría de San Sebastian, y él, se hizo torturador y asesino.

Pues en aquellos tiempos, en los que, a veces, sin motivo se enjaulaba a las personas, y sin motivo se las apaleaba, sin rendir cuentas a nadie, porque las propias conciencias murieron con la primera paliza, Melitón se hizo famoso. Pues en su fealdad de rostro y de nombre, era perfeccionista en el dolor, con una fama que traspasó las fronteras de Euskadi. Era el represor por antonomasia, era por más señas Melitón. Asesino Manzanas.

En aquellos tiempos, surgió con el beneplácito de gran parte de la sociedad, al menos vasca, un grupo del terror. Era ETA, y surgía del terror a caer en las manos de Melitón y de otros como él. Y este grupo contestatario con el régimen, la ETA buena, decía ayer Jauregi en la radio, no había matado concienzudamente hasta que buscó a Melitón en el rellano de su casa de Irún. Allí le descerrajo dos tiros, lo mató evitando más torturas, al menos de su parte, y en un pacto de silencio, no se volvió a saber sobre sus asesinos. Que se ignoran aún a día de hoy. Entonces corría el año 1968.

Ocurrió que ETA convertida ya en asesina, más sanguinaria incluso que el torturador Manzanas, se hizo a esa forma de actuar, como un guante a una mano. Y no ha abandonado las armas, más que por un período máximo de (+-) 14 meses, deslegitimando con la sangre inocente, cualquier anhelo político.

Ante ayer, se le otorgó a Melitón Manzanas, la distinción al mérito civil, pactada para las víctimas de ETA. Y se le entregó 33 años después de su muerte, para remover el fango del franquismo, premiando a un individuo por morir, que es cierto que no lo merecía, tan cierto como que de ninguna forma, tal individuo merezca premio. Quien sabe, si como todos los asesinos, quizá el infierno.

Y lo hizo el Partido Popular, que cuenta en sus filas con un presidente de comunidad, Manuel Fraga, de trayectoria más que dudosa. Y con un ministro de interior, que preferiría ser lehendakari antes que seguir segundo en importancia de España.