Digan lo que digan los periodistas deportivos todos ellos quieren a David Beckham. Lo prefieren en España para poder escribir sobre él, y lo quieren donde está en el Real Madrid porque es el equipo más imponente de España. Es el equipo más Beckham.
En realidad este articulito que escribo ya lanzado por los días en que no escribí (y que alguien echó de menos aunque parezca imposible) va a tener más lecturas de las acostumbradas. La cuestión es sencilla, la palabra Beckham atrae las miradas lectoras como David Beckham atrae las miradas curiosas, lujuriosas, envidiosas allí donde va. Cualquiera que entrara ahora en esta web no se resistirá a leer lo que se escriba sobre Beckham porque quiere saber de él, en el fondo está esperando que aquí se desvele en primicia algún chisme, alguna noticia, o quizá quiere solamente hartarse de leer "David Beckham" porque es más guapo que la media, y eso tiene por si solo suficiente poder de seducción.
Los periodistas deportivos tienen un denominador común. Son por norma general muy malos. Alguno dirá que si yo me creo mejor que ellos, por supuesto que no. Claro que yo no me gano la vida escribiendo sobre Beckham y alguno de ellos sí. Beckham es un modelo metido a futbolista, y no digo que no tenga un buen golpeo de balón, pero todos sabemos que eso es lo de menos. Los periodistas lo necesitan en el Madrid, lo quieren aquí porque su imagen ha de ser por fuerza la de la primera página. Es una cuestión de números, si sale Beckham se vende más. Los ejemplares se agotan en el quiosco. Es un hombre anuncio. En su presentación en Madrid parecía recién descendido de una pasarela. Y con su gancho no es difícil imaginar lo bien que funcionará para las diferentes marcas. La de vaqueros gastados que se habrán vendido tras verselos puestos. Cuántas camisas ceñidas. Claro que luego cuando uno se las prueba no se parece a Beckham. Se parece al que era sin esos pantalones, sin esas camisas, pero cree que ahora tendrá más clase (porque en los medios nadie parece tener más clase que Beckham, a su modo pijo y algo hortera). Todos queremos ser Brad Pitt, Tom Cruise o David Beckham.
Cuando pierde en lo estrictamente deportivo nos invade el gozo porque queremos ver al guapo perdido, su humillación es la más vieja aspiración que tenemos los feos. Ver morder el polvo al guaperas es un deleite sin parangón. Yo me arriesgaría a afirmar que los hombres más ricos del mundo, de España que no son precisamente guapos, tuvieron que compensar con mucho trabajo la carencia que supuso esa escasez de atractivo. No pudieron destacar más que por trabajar más que la media. Y envidiaron la popularidad del guapo mucho más mediano en el esfuerzo y sin embargo mucho más popular y aceptado. Si no podían llamar la atención por su mera presencia debían actuar, convertir al éxito sus vidas como rebelión a pasar desapercibidos. El común de los mortales nos movemos entre el rencor y la fascinación por los guapos. Les queremos mal porque envidiamos sus facciones. Pero en el fondo los necesitamos, pues su fracaso (cuando fracasan) es un dulce en el que regodearnos. Si David Beckham pierde en la Copa y se arrodilla arrebatado en la derrota nosotros nos sentimos como César con los gladiadores y decidimos perdonarle la vida. Queremos que siga vivo porque sabemos que las victoria es pasajera (siempre pasajera) y nos merece la pena un lapso de espera por verle doblar las rodillas de nuevo. Cuando ocurra (que ocurrirá) estaremos mirando sin duda. Es lo que tenemos, el escrutador dominio del anonimato.
En las victorias rabiamos viendo la bella sonrisa del inglés restregándonos su belleza a la par que su éxito (puntual). Entonces crece un resquemor interno. Un rencor sordo. Odiamos los espejos porque en el fondo todos querríamos ser Beckham. Queremos una vida de película como la suya. Porque de alguna manera nos parece que en esta suerte que vivimos él obtuvo de algún modo un papel más protagonista. Pensamos que consiguió más éxito (literalmente por la cara) del que tendremos nunca, y en parte acertamos. Solamente en el amor este pensamiento es errado por entero. Porque el amor es ciego y habrá quien te prefiera a ti, sí sí a ti :D que a cualquier otro, se llame como se llame y sea como sea.
Hace ya unos años, cuando el apuesto inglés firmaba por el Real Madrid algunos pensaron que solamente se le fichaba por el potencial comercial de su nombre en la camiseta. En Asia están locos por Beckham pero el chico sabe jugar al fútbol. Si se les diera la razón habría que concluir que yo hubiera sido un gran futbolista para el Madrid, aclaro que no sé dar una patada a un bote, pero yo también hubiera vendido unas cuantas camisetas, así me hubiera tenido que poner en los aledaños de Chamartín como un vendedor de alfombras. Pues además he salido bien en alguna foto, y en las que no pido un ratín de Fotochop; haré milagros. De todos modos no me irá mal una pizca de benevolencia en los ojos que me miran...
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