lunes, 20 de febrero de 2006

El posado

Pues sí, el de la derecha, el posturero bajo el paraguas soy yo. Me he dicho que si Ana Obregón hace posados en bikini a los cuarenta y muchos años (o quizá son cincuenta y pocos), también puedo yo ponerme ante la cámara con pretensiones.

Es lo que me diferencia de Beckham, del que escribía hace bien poco (otro artículo este que será leído, Beckham, Beckham, Beckham ese nombre es imán para los ojos lectores). A él los posados le salen solos, va encadenando posados. No importa la marca de la cámara ni el momento en que salta el click o el flash, él saldrá bien porque sus movimientos son fotogénicos uno tras otro, todos. Y eso que el muchacho no dice nunca patata, a lo más el "cheese" ese que se gastan los anglosajones. Al muchacho le quieren las cámaras casi tanto como las quinceañeras o esas otras más creciditas que no se atreven a reconocer que por Beckham mandaban a quien les roza bien lejos de cualquier roce. Ellas se callan porque prefieren pensar que Beckham es solamente bello como un maniquí o un geyper-man (¿aún los fabrican?). Pero no sería capaz de entenderlas como lo hace su pareja ¿verdad amor? Puesto que si se pararan a pensar que hasta eso es capaz de mejorar el inglés... ¿qué esperanza nos quedará a los demás?


Era un día de lluvia fina, "orbayu" le llaman aquí. La instantánea está tomada cerca de la playa del Toró y me coge en plan valiente y posturas. Valiente porque yo con la lluvia fina me comporto como el mejor de los toreros, el más valiente, el que más se arrima. Ni siquiera le doy importancia a que se me esté mojando algo la chupa pinturera mientras espero a la foto. Lo importante en este caso es estar suficientemente metido en el papel de posturas. O uno se pone o no se pone. Pero si lo haces, si se trata de un buen posado, entonces uno debe ser como el buen actor que se mete tanto en el papel que termina viendo al personaje en su reflejo del espejo. Después de todo este posado es, a su manera discreto. Apenas un rostro concentrado y ese gesto desafiando al cielo, pudiendo escoger entre protegerme o no hacerlo, elijo que no. Es la libertad del que decide que vale la pena mojarse a cambio de obtener esa foto. Ojalá en todas las decisiones que se toman en la vida estuviera tan claro lo que merece la pena. Aunque en estas cosas es el tiempo en que suele dar y quitar razones. Claro que a veces las razones se fuerzan, se agrupan para solo considerar unas pocas, se desprecia las que gustan menos...

Pero no quisiera desviarme del posado, decía que mi posado es muy ponderado, Ana Obregón que yo no vende ni mucho menos como Beckham es mucho más aparatosa. Se deja caer sobre la orilla de la playa y se reboza en la arena como una croqueta de gimnasio. Arena aquí y allá. Deja que las olas la golpeen mientras absorbe las mejillas apuntando pómulos gastados como silla de montar. Tiene la sonrisa mil veces ensayada, se le convirtió en una mueca, y muchas horas de ejercicio invertidas para que ese día todo sea perfecto... las olas son perfectas.

Mi amigo el Xuac que viene por aquí y que me ha pedido que hable de sus progresos futbolísticos pese a que cada vez que juega algo distinto le cruje en la rodilla, es de los postureros vocacionales. Tiene alguna foto muy en plan por ver si logra ligar algo, aunque a la vista está que lo que necesita es un tratamiento completo de Corporación Dermoestética ;P

Probablemente Marquetes es el más posturero de todos los que yo conocí nunca. Era un experto en el gesto insinuante aunque de nulo resultado. Teníamos la extraña teoría de que la conjunción de un número de gestos determinados nos haría absolutamente irresistibles (Castellón nos echa de menos). Claro que la dificultad residía en encontrar la combinación certera. Hasta el soplo del aire en el flequillo, la luz desde aquella ventana, la mano alzada, el pestañeo fugaz, podía ser la pieza del rompecabezas que faltaba (que faltó siempre). Él era un posturero profesional, un auténtico talento en el despropósito de gustar, tan grande y tan "truñesco" a la vez como yo mismo.

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