Vuelvo de la piscina escuchando música en el discman y pensando que la noche, esta de hoy, por el clima, por lo oscura, por el aire, está preciosa.
Voy ganando adeptos para mis causas, supongo que porque ven en mí a un Quijote a punto de lanzarse contra los molinos de viento. Puesto que en realidad no importa que se sepa a priori que la batalla está perdida. Merece la pena desgañitarse si es por lo que uno cree. Aunque esas voces se pierdan en el desierto sin siquiera un eco que las recuerde. Duran lo que dura la voz antes de enronquecer. Luego uno queda con la mirada perdida recuperando sílaba a sílaba una palabra para mañana.
Ya no sólo Wanda aterriza por aquí de cuando en cuando porque me sigue, sabe que tras tantos años diciendo insensateces aún puedo inventar algunas nuevas. Ahora llega Amparo, experta en impartir cursos del SERVEF, que resultaría amenazante con sus libros de psicología si no me hubiera tratado ya en persona y supiera que con los defectos y todo no soy malo. Llega el Xuac que empieza un trabajo nuevo como yo con la misma ilusión, ambos convencidos de estar ante la gran oportunidad. Con la euforia del que cree en lo que hace y hará lo que esté en su mano porque salga lo mejor posible.
Y miro ese mapa mudo de la derecha y veo que llegan adrede o por error desde muy lejos. Y entonces el azar cobra su importancia porque tal vez alguien de aquellos que entró buscando otro sitio repita. Pero en verdad tampoco nada de eso importa. En este espacio como creo que ya reconocí en el pasado encontré la sensación de libertad que es lo más cerca de la libertad que uno puede estar. Y no debiera, pero hasta pediré perdón por las veces en que me he equivocado; es lo que conlleva tener boca y usarla.
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