Llevo muchos días con mono de diario. Y tenía en mente muchos temas, diversos, que tratar. Pero la verdad es que ahora me siento y me quedo como la hoja, en blanco.
Podría contar que ayer se me cayó una cebolla, debió de ver el cuchillo, me pego en el zapataco y se fue rodando detrás de un mueble de la cocina. Para rescatarla me tumbé como un mecánico bajo un coche (sin coche) e intenté alcanzarla moviendo la manica por allí abajo en medio de una auténtica zona residencial de telarañas. Lo primero que saqué fue una bola de papel de aluminio que debía llevar allí desde la construcción de la casa. No desvelo ningún secreto si digo que algunos albañiles o sus esposas son verdaderos maestros haciendo bocatas. Lo que puedo asegurar es que aquel envoltorio no lo envíe yo hasta allí. Es sencillo, como las especias y tantas otras cosas, el papel de aluminio en mi cocina, brilla por su ausencia.
El caso es que al tumbarme me vino un dolor fuerte en el cuello y en los hombros. Creo que me lesioné. Mi primer pensamiento, como es obvio, fue dejar la puñetera cebolla allá donde el destino la hubiera llevado (caprichoso el destino que a veces utliza zapatos o patadas para sus designios). Pero me revelé a seguir con mi vida a sabiendas de que aquella cebolla estaría ahí para siempre. Y es que yo como la princesita del cuento no podría dormir con un guisante bajo mi colchón, menos aún con una cebolla echando raíces justo debajo de mis fuegos.
Hablando de fuegos. ETA ha decretado un alto el fuego permanente y por lo que parece definitivo. En este espacio que ocupo desde hace años he hablado alguna vez de ETA y de como se me quedó el cuerpo cada vez que alguien murió tan sin sentido.
Por fin parece que recobramos sensatez. Bakea behar dugu en cada ayuntamiento, en cada casa de Euskadi. Tendríamos que haber sido más humanistas, darnos perfecta cuenta de la importancia de las personas. No hay en verdad nada más importante. Ningún propósito es bueno si su consecución requiere de sacrificios humanos. Necesitábamos paz con urgencia. Tenemos una oportunidad magnífica para demostrar que nunca se debe perder la esperanza
(esperanza es justo lo que queda).
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