lunes, 13 de marzo de 2006

Grapadoras

Creo que esos artilugios malditos son mi telón de aquiles. Cada vez que pongo una grapa en condiciones chocaría las manos por arriba con los compañeros, con salto (Aúpa) Athletic-o incluido. Ya se van dando cuenta de la dificultad que entraña para mí la cosa.

Alguno creerá que me refiero a las que ponen las enfermeras, las de verdad no las que ve el Xuac en las pelis que ve. Esas grapas no creo que tengan excesiva dificultad, sobre todo si como un buen profesional estás acostumbrado a verlas penetrar en la carne blanda. A mí me daría cosa, no lo voy a negar, pero es que yo tengo que mirar al tendido hasta cuando me extraen sangre. En esas cosas soy más bien blandito (como la carne).

Pero yo me refiero a las grapas normales, a esas que sirven para agrupar hojas (¿para siempre?). Existe algún complot bien organizado de todas las grapadoras del lugar contra mi maña. Es intentarlo y siempre se me quedan a mitad de camino. Asoman a lo más tímidamente por el otro lado como espina recién nacida de un erizo, pero no cierran. No cogen la forma que tendrían que coger de cruasán. Es cierto que me pasa más cuando tengo que fijar muchas hojas, pero es que la mayoría de las veces ni siquiera sale la dichosa grapa de la grapadora, que sitio tan acogedor debe ser. Con esa grapadora. la más grandota en particular, soy como el banderillero que pincha en hueso y se lleva corriendo las banderillas para saltar el burladero, que viene el toro. Se me quedan cogidas por un extremo y tengo que usar con paciencia infinita el saca-grapas para empezar a aflojar tornillos y hacer palanca.


Tuve hace algún tiempo un romance con una grapadora pequeña. Adornada con plástico rosa (si fuera azul sería un grapador). Con ella todo iba bien. Lógicamente no le podías pedir que te grapara demasiadas hojas, pero ni falta que hacía. Para esas ocasiones estaba la puñetera grapadora grande. Pero comprobar que con la pequeña la cosa iba como la seda me hacía olvidar mis continuos traspiés con todas las demás. La de buenos momentos que pasamos. Yo le añadía nuevas grapas dulcemente, y siempre la tenía a mano, esperando cualquier excusa para poner una grapa en condiciones. Aquello eran grapas con categoría, doradas, perfectamente paralelas al rectilíneo límite de la hoja.

Pero como tantas cosas buenas aquello tuvo que acabar. El día en que se acabaron las grapas en su cajita blanca y me trajeron unas en color plata (por cierto vaya tostón de clasificación para la Fórmula 1, tamos rodeados de linces). Decía que se acabaron y me trajeron unas de recambio que se llamaban igual: Número 10 (como Robinho ¡juas!)

pero el resultado ha sido nefasto. Fija las grapas de pena. Yo no sé si soy yo o es que es cierto que nada permanece constante. No sé qué diablos ha ocurrido. O estas grapas son defectuosas o la grapadora está harta de mí. Yo ya no puedo casi ni verla. La tengo en el bote (ahora que ya no la tengo en el bote) y no la saco de ahí ni para darle los buenos días.

Estoy entablando relación con otra más grande y pesadota. Abunda el metal gris y tiene un diseño innovador y vanguardista. Parece fiable del todo, al menos mientras duren estas grapas con las que le hago el rodaje. Luego ya veremos.

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