De niños teníamos una forma de funcionar curiosa, práctica y justa. No había quien se quejara porque el método era incontestable. Si corríamos hacia algún lado, a coger silla para el cine de verano, si queríamos escoger muñeco para tardes entretenidos en un balcón que da, allí abajo a los columpios, no teníamos más que decir aquello de: "me pido prime".
Eso te habría todos los horizontes porque habías sido quizá el más listo pero seguro el más rápido, el prime sin discusión y sin necesidad de más méritos que haber sabido abrir la boca para las precisas palabras que te ponen por delante de todos. Tras de ti se precipitaba otro, "ségun" y los siguientes ya decían la palabra completa con un punto desdichado porque ser tercero era como ganar el bronce en las Olimpiadas, la sensación de victoria queda para los de más arriba. Ser tercero era escoger tarde. Y nadie osaba discutir aquel orden recién creado. Era aceptado por todos porque lo entendíamos universalmente justo, no había imposición alguna. Todos quedaban conformes, conjurados para ser los prime en otra ocasión.
Con los años las cosas se vuelven más difíciles. Ocurre incluso que uno ya no quiere ser prime en casi nada, no vaya a ser que por serlo te lleves tu las bofetadas. Digamos que uno está enseñado y se volvió más prudente. Aunque hay excepciones, cuando te va la vida en ello, cuando has de operarte de algo para estar mejor o para curarte, cuando llegas al super y hay una cola inmensa en la carnicería. En ese momento ves que el dispensador de turnos queda demasiado lejos y que hay mucha gente antes que tú. Entonces querrías abrir la bocaza y gritar haciendo altavoz con la mano hacia el carnicero, ¡Me pido prime! Y comprobar como el hombre deja lo que está haciendo para acercarse asintiendo ¿qué va a ser? Las señoras tuercen el gesto, te miran con cierta admiración pues estuviste tan raudo que no les diste opción. Aquellos papelines con un número anotado, al fin no sirvieron para nada.
Luego al ir a pagar aprietas el paso para llegar a la caja antes que esa señora que parece flotar con aquellos zapatos planos de bailarina para avanzar más rápido por el suelo llano y brillante. Pero ella te lleva dos cuerpos de ventaja y no afloja. A ti te sabe mal empezar a correr, llamarías demasiado la atención y eso no se lleva. Entonces recuerdas tu as bajo la manga, te paras, alzas los brazos al falso techo blanco y la voz te sale desde el estómago, recorre todo tu cuerpo como una sacudida, como si la voz volviera de las profundidades de un océano para coger aire, gritas y abrirán una nueva caja para ti: "¡Me pido prime!"
Ser guapo no es suficiente. Aquí ocurre igual, no basta con ser listo, hay que parecerlo. ;)
No hay comentarios:
Publicar un comentario