He creído toda mi vida que era patizambo y no lo soy. Resulta que patizambo era mi hermano Josechu, que tenía las piernas torcidas hacia fuera y juntaba las rodillas al andar. Aunque en algún momento de su evolución personal, por lo que creo, las piernas se le fueron enderezando hasta tenerlas rectas, de escuadra y cartabón.
También es verdad que sus hijos han heredado las misman piernas (en tamaño reducido). Supongo que como a él se les irán reparando con el curso de los años.
Yo creía que era patizambo pero soy otra cosa. Tengo las piernas dobladas, lo mismo que Rivaldo. Se acuerdan cuando se ponía a mirar hacia la portería al lanzar una falta, con aquella cara de hambre, con los brazos en jarra, ojos desorbitados y piernas torcidísimas. Uno lo veía de espaldas y pensaba que con aquellos apéndices tan mal puestos lo mismo la sacaba del estadio, pero no, donde ponía el ojo, algo estrábico, ponía la bola. Unas veces en las redes y otras en los palos, que quedaban vibrando hasta que se los comía a besos el portero (bajo el arco). Para mí que el tal Rivaldo se quitaba años, o quizá es de esos que ha parecido un viejo toda la vida, capaz de meter al Barça en la Champions de chilena y parecer al instante un veteranazo a punto de desmoronar sus huesos. Pero eso es harina de otro costal. Este párrafo deja nada más que no soy patizambo, mis piernas son lo opuesto a ser patizambo, acaso sean otra cosa.
Soy como Raúl, al que quien ya me conoce gusto de poner a parir de cuando en cuando, yo creo que con frecuencia regular. Tiene las patas deshechas el muchacho. Por eso corre tan mal. Que uno lo ve correr y se alegra más de los goles que marca. Como para perdonarle que corra así (pobrecito). Yo que tengo las piernas lo mismito que él creo que he dado con la tecla y cuando corro, cosa que raramente ocurre, lo hago como si las tuviera perfectamente rectas. Quizá ocurre que se me tuercen solamente cuando camino y cuando me quedo parado, de pies juntos.
Por supuesto los que son como yo, los que no son patizambos porque son otra cosa, aunque no sepamos exactamente qué procuramos no juntar los pies nunca. Para disimular que tenemos las piernas dobladas. Con las rodillas en arco, vamos que lo nuestro es mear entre paréntesis. Ese detalle que puede llegar a pasar inadvertido nos hace, no obstante más amigables, con lo que es más fácil empatizar con nosotros (en todo menos en tener las patas dobladas). Caemos muy bien así de primeras y la gente no sabe que es porque tenemos las piernas en rombo.
Que se lo digan a Raúl, sino de qué iba a tener el contrato que tiene.
Yo he pensado, ahora que empiezo a ahorrar algunos duros, apuntarme a eso de la Corporación Dermoestética. Sobre todo porque va pasando el tiempo y no veo que éstas se me vuelvan rectas para nada. A ver si me hacen una escayola recta para meter las patucas. No me asusta lo más mínimo que para que entren deban empujar demasiado, hasta casi el punto de rotura. Sé de buena tinta que esa gente profesional gastan unas anestesias de primera. Y si no que me pasen por el quirófano. Si tienen que abrir para rehacer el hueso ellos sabrán. Tengo una fe ciega en la ciencia. A mí es que esos batines blancos me dejan anonadado. Sobretodo después de ver que fueron capaces de meter a Maradona de nuevo en una talla 40.
Lo que llevo peor es que creí que era patizambo y no es verdad. No tengo ni idea acerca de quién soy.
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