Vengo pasando el fin de semana como los bichos esos de la playa del Perelló. Que hubieran podido ser tellinas si yo hubiera tenido suerte y que fueron, tan mala era, solamente ermitaños.
Camino por la casa como un vaquero de película y al entrar en una habitación tendría que decir aquello de que "las cosas van a cambiar, pequeño", pero no hay bar con las puertas de madera, cuando una va la otra vuelve, solamente hay uno que es como yo y que se pasea invadiendo la soledad de mi casa con su propia soledad.
Conste que la solución es bien fácil, tan obvia que no merece la pena ni mencionarla. Ayer mismo un cliente con el que me llevo fenomenalmente bien y que aprovecha para echarme flores además, ante mi regocijo y ante el resto de los clientes regocijados en la alegría de un ambiente distendido me dijo, al tiempo que me ponía bajo la axila un calendario con la foto de los ganadores de la liga de gaitas, que me quería ver sin falta en el concierto de los Ronaldos de anoche, que se juntaron porque agua pasada no mueve molino, supongo. Hubiera podido ir, pero preferí no moverme del sitio. Acompañar la tarde y la noche con mi propia tarde, con mi propia noche.
Y se me está yendo el domingo actualizando Menuts del Món, entretenido en la música. A punto de poner una lavadora y desgraciadamente sin siquiera haberme acercado a un libro.
Tengo un montón de ellos de García Márquez. Es lo que tiene que haya una colección sobre su obra en exclusiva.
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