Estoy cansado, ha sido un día largo. Ahora escuchaba la radio, "El larguero", programa que reúne a unos cuántos iluminados, que se las dan de grandes oradores, y aburren a las ovejas con seudo descripciones. Fijándose bien en la noche cerrada y demás "gelipolleces", Alcalá y otros tantos, menudos elementos. Lama, Rincón, sus cuentas corrientes están a un punto de estallar. Casi como mis oídos.
Capítulo aparte merece el tal Emilio Pérez de Rozas, camina lejos de la ecuanimidad, porque lleva tatuada la piel de azulgrana, y grazna como un pato, despotricando todo el tiempo, con una voz desagradable, y pese a todo radiofónica.
La Cope es peor, tiene en plantilla al rústico Andujar Oliver, que siendo arbitro era más tarjetero que las máquinas expendedoras, supongo que para hacer respetar su corta estatura en el prado de multimillonarios. Pero las cosas le han ido de bien a mejor, ahora le pagan un buen sueldo (múltiplo muchas veces del mío, seguro) por hablar, aunque diste tanto de ser académico como su nómina de la mía. No hay norma escrita que no descoyunte en su uso, confunde la semántica, la conjugación verbal, es una verdadera lacra para la palabra. Para la oración y para el sufrido diccionario. Lo digo sin ambages, yo soy mucho mejor hablando, soy un comunicador mucho más convincente, y no machacó el idioma nuestro, entrañable por la Ñ, constantemente. Fallo en otras cosas.
Pero yo estoy llamado a la paciencia y a la quiniela que parece se retrasa. Será cuestión seguir jugando, o esperar que por una de aquellas, la Cope o la Ser, me encuentren aquí, en estas líneas.
Las posibilidades de una y otra cosa, vienen a resultar las mismas.