Vengo en el autobús, y vengo mirando un Jaguar a nuestra altura, a la del autobús. Viajar en autobús cuesta 130 pesetas, si compras un bono de 10 viajes, cada uno sale por 74 pesetas. Todavía recuerdo cuando el billete ordinario costaba 60 pesetas. De eso hace ya algunos años.
Venía mirando el Jaguar y pensaba que yo tendré uno igual quizá nunca, o quizá más tarde, y me da que voy sintiendo envidia del éxito, que no de conducir un Jaguar, puesto que de algún modo extraño, entre el espacio que separa la ventana del autocar que me lleva, del flamante automóvil, se diluye la gran diferencia entre nosotros. Me siento muy por encima de caprichos tan evidentes. Oigo música en mi discman, y de alguna manera, bajo los acordes de Enya, absuelvo al conductor, y me elevo más aún por encima suyo. Como si en vez de viajar en un autocar municipal, lo hiciera en un helicóptero o en una nube. Y quién atraviesa el mundo en una nube, como va a cambiarla por un coche, aunque sea un Jaguar.
Pero al fin, el éxito se mide por el tesoro de la tierra, por tanto dinero como seas capaz de acumular. Aunque ya lo anticipo y no te descubro el Olimpo, te pongas como te pongas, el dinero se queda aquí. No irá contigo más allá del polo ártico como mucho, y en sueños...
¿quién no necesita dormir?
Tampoco te acompaña. Aunque eso sí, podrá hacer que tus pesadillas se den en una situación inmejorable. En un mullido y sudoroso colchón de primera calidad. Que sigue siendo mejor que tener pesadillas en un banco del parque, bajo un montón de cartones, o cobijado en un cajero automático, tan cerca del dinero, cabeza contra la pared y desarrapado.
Los muy ricos tendrían que tener pesadillas a menudo, y los muy pobres, tener felices sueños todas las noches, para compensar los unos, la desigualdad de los otros. De manera que unos y otros, vivieran una felicidad relativa a partes iguales. Aunque ya se sabe que no todos los ricos son felices, ni todos los muy pobres son desgraciados. Pero tiene más delito la infelicidad del rico que la del pobre.
Yo desde luego, entre unos y otros, prefiero el dinero en el banco, y somníferos al acostarme. Pero está difícil.