Ya sé, llevo unos cuántos días sin decir ni pío. Y no porque no me hayan pasado cosas, sí de esas trascendentales, las que me ocurren todos los días. Para empezar en estos días he conseguido haciendo uso de mi mano izquierda, que no es mano sino una forma de hablar, un móvil nuevo para que me acompañe cuando estoy móvil, es decir fuera de casa. Que para cuando estoy dentro me puse hace ya bastante tiempo un fijo que es móvil inhalambrico. Y éste último también lo cambiaría por ponerme uno con manos libres, para poder contar sin gritar, sin necesidad de tener el artefacto pegado al oído, y para poder oír sin tener que hacer uso de mi fino oído para lo que me incumbe. Aunque de esas cosas, suelo estar bastante pez. De hecho poseo una rara habilidad para concentrarme, en tareas sencillas, abstraerme por completo de manera que al verme pudiera parecer que son extremadamente difíciles, claro que descrito así me va pareciendo más un defecto que virtud. O tal vez lo malo es que me entero de todo, pero lo olvido. Sospecho que mi cabeza es como El Corte Inglés el primero de los días fantásticos, los enésimos de la historia, cuánto cuesta entrar y que fácil es salir. En cualquier caso, y por irme por las ramas concretaré que tengo pedido un Sony Ericcson Z520i con su cámarita y su MP3 para que suenen gaitas cuando me llamen.
Parece mentira, he vuelto a ser el chaval que se ilusionaba por estas cosillas. Y he ido de arriba a abajo comparando las opciones... todo sea que haya acertado. Claro que un sexto sentido me advierte que muy probablemente mi terminal vaya a salir de esos que fueron la primera remesa, aquellos que quedaban con la pantalla a color en blanco, de esos que se apagaban sin previo aviso. Porque estas cosas son muy mías. Me suelen ocurrir a menudo. Otras cosas que me pasan es ir a cerrar una caja previamente repleta hasta los topes con documentos de archivo y lanzarme fleje en mano (así le llamábamos a la cinta adhesiva en K-tuin) hacia una aún vacía. Vamos que a puntito estuve de cerrar la hueca y dejar la otra abierta.
Supongo que en el fondo esas cosas tienen un lado enternecedor, pues por otro lado mantengo una relación inmejorable con la mayoría de las señoras que nos visitan. El otro día sin ir más lejos una me dijo que si era el que anunciaba los trajes de Emidio Tucci (vuelve El Corte Inglés a escena) y no contenta con echarme flores de esa naturaleza, a continuación me dice que era muy chulín, lo que yo traduje al instante como algo favorable, aunque luego ha habido quien me ha asegurado que no es así. Claro que aquella señora y yo nos reíamos amigablemente, ¿cómo sospechar de la sonrisa?
Hoy es un gran día. Hoy cumple años mi madre. Ayer di orden con una tarjeta mágica y por Internet para que alguien le llevara hoy un ramo de rosas con una dedicatoria muy cierta. Hace un momento me ha dicho que mis flores han sido la primera felicitación que recibió, y que mis palabritas la han emocionado mucho, a ella y a Sabina que va a limpiar a mi casa desde hace años.
Ahora le deseo muchos años más. Me alegro de que haya pasado un buen día y de sus planes inmediatos, visitar una arrocería donde saben cocinar el arroz de más de 100 formas. ¡Mira qué lista! ¡Y qué bella mi madre siempre!
Hay palabras que deben decirse cuanto antes. Son palabras urgentes, que tendrían que enseñarse las primeras, simplemente porque significan más. ¡Qué importantes son y qué poco se nombran! Ayer mandé escribir, sin faltas de ortografía, que la había querido toda mi vida y que ahora además la echaba de menos.
((Un besito mamá.))
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