No voy a decir que he estado viendo fotos de antes porque todas las fotos son de antes. Ninguna foto retrata el presente porque la comprobación es siempre a posteriori. Dejémoslo entonces en que he estado viendo fotos. En ellas aparezco más o menos como soy ahora, diga lo que diga el Xuac, aunque haya pasado un año desde algunas, o más aún desde otras. Me ocurre con las fotos como con la voz grabada, me cuesta reconocerla, me cuesta reconocerme. Quizá porque estoy hecho a observarlo todo pero no a observarme. La misma sensación que tendría alguien que viviera permanentemente alerta desde la almena de un castillo, sin haberse movido nunca. Se aprenderá cada detalle de camino y del monte circundante pero no sabrá decir de que color es la piedra que lo protege. Lo miro todo sin encontrarme.
Lo que sí sé es que aquel retratado en las fotos no soy exactamente yo, al menos el yo que soy ahora. Como si las cosas me hubieran cambiado. Lo cierto es que las personas cambiamos, por fuera, imperceptiblemente de un día para otro, mucho tras un plazo considerable de tiempo, y también interiormente.
En el primer caso, atendiendo nada más a la presencia, llegamos incluso a convertirnos en personas distintas, ¿dónde está el niño que yo fui? Lo he visto en fotos y no se me parece a nadie que conozca, pero tampoco soy yo ya. Quizá el niño soy yo aún disfrazado de otra cosa. Como si la vida fuese un juego para hacerse irreconocible. O tal vez se murió al crecer, físicamente se perdió para siempre, como morirá la apariencia que tengo ahora cuando me vaya convirtiendo en el viejito, que ya apunto en manías. Quizá mis manías sean lo único que conservo desde la infancia, y estas sean en verdad las que acompañan a la persona toda la vida, su auténtica seña de identidad, válida como una huella dactilar. Perennes más allá de la metamorfosis que es la vida. Manías y gestos para distinguir a las personas, para reconocerlas únicas entre todas.
Pero las personas también cambiamos en otros órdenes. A nivel emocional, en la forma de sentir. De manera que uno puede darse cuenta de la distancia que hay entre una foto determinada y su sentir actual. Porque uno conserva la memoria para recordar cómo eran las cosas y como las vida las ha ido cambiando.
Una foto es nada más un momento preciso en el tiempo, pero con todas sus limitaciones. Incapaz de captar más allá. Como contemplar un cuadro sin manos, como comprar un piso por la fachada.
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