viernes, 16 de febrero de 2007

20

Estuve toda la tarde pensando que a última hora me iría a nadar. Por acabar el bono de 10 baños. Llevo gastados 7 (que es el máximo gasto que suelo hacer a los bonos desde que estoy aquí), contaba de hecho con ir hoy, gastando el octavo, ir de nuevo el lunes para el noveno baño y en feliz coincidencia acudir también el martes para gastar el último, el décimo justo el día en que el bono caduca, por un plazo de tres meses improrrogable y por haberlo consumido por completo.

Sin embargo son las 21 horas del 16 de Febrero y no he ido hasta la piscina, casi podría decirse que ni siquiera me he movido apenas del sillón. He abierto el libro de Neruda que compré y he estado leyendo sus 20 poemas de amor que terminan, cómo no, en una canción desesperada.

Está muy visto, pero no es por ello menos hermoso:


Puedo escribir los versos más tristes está noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


20 - Pablo Neruda

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