Ropa de abrigo, ven,
vente conmigo.
Rosa de Lima - Joaquín Sabina
Vengo de la piscina. Estoy intentando agotar el bono de diez baños pero se me está haciendo más largo que la campaña electoral. Conste que lo saqué hace tres meses, pero es que estos músculos míos, estén donde estén preferían la horizontal del sillón antes que la inmersión en agua y contracorriente, que nunca se vio una cosa más tonta, ir de un extremo al otro para regresar al instante sin haber hecho nada allí. Como decía el socorrista aquel, si hay que ir se va, pero ir para ná...
Y la cosa tiene delito, porque para agotar el bono he tenido 3 meses completitos, pero es que los años no pasan en balde, y yo ya no soy una pizca de lo que era. Antes me movía como un delfín con aspiración de tiburón y ahora me muevo como un atún, o a lo más, aunque me cueste reconocerlo, como un besugo.
Aunque tengo que reconocer que nunca es tarde para sorprenderse. Sobretodo si como hoy coincido con alguien haciendo largos en la calle de al lado que lleva puestas unas aletas de bucear para nadar. Digo yo que así presumirá de llegar pronto al otro lado, igual le dice a los colegas que si por él fuera seguiría nadando, pero que no puede, no por culpa suya obviamente, sino porque la piscina se le acaba. Las tienen que hacer más grandes para que comprar aletas mayores, o quien sabe, el traje completo de buzo. Yo ya estaba hecho a esa otra gente que lleva unas manoplas para que las manos aparten el agua con mayor eficacia, pero lo de las aletas ha sido rizar el rizo, ir un poco más allá para volver.
Andamos de resaca con el debate. El choque de trenes no dejó un vencedor claro, depende de a quien preguntes obtendrás una respuesta. Así que para que la próxima vez los contendientes den más brillo a la campaña ya se han puesto a prepararse los papeles, los gráficos y las cifras. Uno, que está dispuesto a creerse cualquier cosa si se la resaltan con colores vivos solamente tiene una petición, que viene al caso por los antecedentes, háganme el favor de no trampear con los datos, que yo procuro aprender cada una de las cifras y cada uno de los porcentajes para poner de ejemplo la gestión de nuestro gobierno y de nuestra oposición y si me las dan, como decían los antiguos, faltando a la verdad, me crean una de confusiones de las que no podría salir solo. Ahora ya no dicen lo de faltar a la verdad, que sonaba tan distinguido que casi era mejor faltar, para que te lo dijeran, antes que atenerse a ella, ahora te dicen mentiroso o que lo que cuentas es falso. Pero es que estos dos muchachos, con lo mayores que son tienen el talante perdido en una maraña de crispación y dramatismo.
Yo la verdad es que estaría encantado si al menos esas interrupciones que denotan tan poca educación hubieran estado salpicadas de comentarios graciosos o triviales que disminuyeran en algo la tensión de los dos contendientes y su robótico moderador, que el bueno de Campo Vidal era como Robocop, hasta la chaqueta del traje le hacía la misma caja torácica que al hombre de hojalata de los anuncios de las gafas.
Un, por poner un ejemplo:
-¡Eso es más falso que un billete de 25!
Eso se puede decir con toda la cólera del mundo y el potencial votante no podrá menos que sonreírse porque sabrá que el candidato sabe que esos billetes no existen, y que su supuesta enajenación temporal no es más que una pose para llenar los periódicos y para que los acólitos propios sepan donde están respecto a los de enfrente. De hecho después de exclamar malhumorado tal cosa, encendido en rojo, podrá suavizar la mirada y extender una sonrisa de oreja a oreja, entonces los votantes quedaremos rendidos a su elocuencia. Y nos daremos cuenta de que estas cosas de la política no son para tomárselas en serio. Que son solamente un trago que hay que pasar, como ir al dentista.
Ahí tenemos al bueno de Sarkozy, que es un latin-lover seduciendo modelos como un presidente play-boy. Y que va por los caminos llamando a los votantes gilipollas como si tal cosa. Vamos que no se le cambia el gesto ni para insultar. Estas cosas ocurren porque se siente seguro en su palacio inabordable. Lo va a estar durante 4 años, su seguridad no reside más que en el plazo de tiempo hasta volver a pedir el voto como una limosna, una eternidad. Después de todo no tenemos apenas memoria y es mejor así. Durante ese lapso se puede acordar de las madres de cada ciudadano de la gran Francia. Claro que la popularidad le irá cayendo en picado, pero de eso no se murió nadie. Que ahí está el gran W. Bush, viajando de país en país para bailar los ritmos autóctonos como primer paso antes de pedir asilo, supongo.
En cualquier caso, algo es obvio. El día del debate yo mismo estaba bastante más despierto que Zapatero, pues observé la gran oportunidad que perdió cuando interrumpido constantemente por Rajoy, en un momento puntual del debate, no hizo sino el movimiento aquel con la mano que sirve para hacer descender un helicóptero igual que para amansar a las fieras que entiendan el lenguaje de los signos. Pues que duda cabe, si en aquel instante preciso un Zapatero inspirado hubiera exclamado un sonoro:
-¿Por qué no te callas?
Entonces ambos candidatos se habrían echado a reír de buena gana, y habrían decidido quizá gobernar juntos, tras destituir de cualquier puesto, jubilosos, a Zaplana y a Acebes, que serían obligados a firmar un contrato de permanencia en el país, a condición de manipular información solo del uno para el otro y viceversa.
Es verdad que tal ocurrencia habría sido celebrada con alborozo por todos. Y el estudios habría sido una risa, con todos los operadores cayendo por los suelos, apoyados de cualquier modo en las cámaras, y con el Robocop del centro rompiéndose la caja y el bigote descolocado. Habríamos vivido una nueva era plena de abrazos y buenas palabras.
Pero a Zapatero no se le ocurrió tal cosa. Hasta Chávez habría reído de buena gana, y nos habría escogido al son de la canción como amigos para siempre. Sin privatizar nada nuestro y bien dispuesto a compartir con nosotros su petróleo y sus ansías de ser eterno presidente de Venezuela.
En fin, llegaron las lluvias. Pero estas lluvias no nos valen. La gente por estos lares tiene gana de una lluvia tremenda. Torrencial. Hasta yo mismo tengo ganas de salir a la calle bajo la lluvia para bañar la cara bajo las nubes. Quiero ser una estatua de marfil en medio de la tormenta. Pero apenas caen dos gotas y hace una temperatura primaveral.
Me lo estoy temiendo. El verano vendrá gris. Y yo no tendré los días de playa que quiero. Empiezan en las tardes de mayo, y se extienden en la toalla hasta septiembre. Entonces anochece y hay que volver a casa.
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