Que tú no supiste valorar lo que en verdad te daba yo.
Hoy me voy - Juanes
Tengo un temor bastante fundado. Sobretodo a tenor del carácter de las últimas entradas.
Creo que ya solamente sé escribir de política. Me he convertido en un analista político pero sin tener puñetera idea, por no emplear palabras más gruesas, y para más inri a mí no me invitan a los programas de tertulia para llegar a las manos con Miguel Ángel Rodríguez, que llegaríamos. Le tengo unas ganas...
Será que mi psique está afectada por la campaña electoral, cruzar mis ojos con las miradas prometedoras de grandes progresos los unos, y grandes retrocesos los otros, cada uno para su electorado, está consiguiendo que cuando planto mis reales ante el portátil no sepa escribir nada más. Como quiera que mi vida no está en ebullición en este momento, que tiene la calma chica de un día de pesca, me estoy aferrando nada más a las noticias políticas para que sirvan de punto de escape tal vez a alguna otra frustración mía que desconozco y que no viene al caso, aunque de conocerla y quisiera exponerla, cosa inimaginable, éste sería sin duda, el primer sitio. Aunque luego se hicieran eco otros.
Digo que cruzar esas esperanzadas miradas de los candidatos está haciéndome mella. Y eso que aquí donde vivo alguien se haya dedicado a arrancarle los globos oculares a las fotos de perfil de Zapatero. Después de todo soy sensible a las esperanzas de la gente, y en el fuero interno ambos candidatos se creen con opciones de llegar a la Moncloa, y esas esperanzas las transmiten en la pose o en la sonrisa. Pero solamente estos dos principales, que el pobre Llamazares mira la cámara con el mismo candor con el que lo mira todo su doble virtual de Second Life. Y es que el hombre es así, tan de izquierdas que vive en la utopía aunque haya dejado de creer. Por eso se asoma al póster con el ánimo de volverse transparente.
En los últimos días han entrado en liza los dos ex-presidentes. Aznar que se ha soltado la melena para asegurar ante su público lo que de ningún modo podría conocer. Que Zapatero está en este instante hablando con los terroristas. Sin embargo su mensaje peca de poca convicción, supongo que porque ni él mismo lo termina de creer, o porque ha perdido talla de político tras esa vida disipada de conferencias y campos de golf en la que ha convertido su vida. Me sorprendió sobremanera su poco empuje la verdad. Que aún recuerdo como arrasaba diminuto contra todo el hemiciclo cuando el PP era un rodillo de no necesitar a nadie. Pero no es que arrasara porque hacía lo que quería, que así fue, sino que en la dialéctica parlamentaria no había quien le tosiera, lo que decía muy poco en favor del resto de riquitos parlamentarios y mucho en favor del propio Aznar, que había convertido su gris natural en plomo. De forma que era muy capaz de zarandear a cualquiera cuando no hay más armas que las palabras. Y uno se decía que esto de la guerra tenía que ser malo por sistema, apelando al corazón, y ahí estaba Aznar furibundo comiéndose vivos a todos los políticos de baja talla, que son todos, simplemente porque éstos no sabían ni como entrar, ni como salir, y se veían en un atolladero y tenían ganas de pasar el trago para que llegara otro. Nunca tantos incapaces lo gozaron tanto con sus sueldos de millón al mes.
Y ha llegado también González, que probablemente tiene las manos manchadas de sangre tanto como su muy procesado consejo de ministros, ministro del interior, secretario de seguridad... Pero quién se acuerda a estas alturas. Si después de todo todos ellos, secuestradores y asesinos de los GAL están ya tomando el aire en la parcelita del campo. No vamos a recapitular tanto como para quedarnos en ese nubarrón nada anecdótico que como dice Sabina era una gripe que había que pasar y se pasó.
Por eso González sigue llenando los aforos como en sus mejores tiempos, y sigue pareciendo un político con mayúsculas porque sigue teniendo el poder de seducción del encantador de serpientes. Yo mismo fui en mi juventud un "felipista" convencido. Ve tú a saber si no quedé prendado como el país entero en esos años de mayoría absoluta en que Felipe González ganaba las elecciones y uno se sentía en parte de un idilio, país y político como un matrimonio de ilusión. Y le duró más la ilusión al país que al político, pues el político se dio cuenta de que no todo iba a salir bien haciendo tan mal las cosas, mientras que el país se enamoraba del político en el atril perdiendo cualquier voluntad de oposición. Con el mismo rostro del enamorado cuando ve abrir la boca a su amor.
Ahora Felipe abre la boca para decir poco menos que Rajoy es un imbécil, y lo hace con la naturalidad que le falta a Zapatero, que resulta tan artificial en la mayoría de sus intervenciones. Dice Felipe que esas cosas de presumir de ser más listo, más alto o más inteligente no las debería decir aunque fueran verdad. Y uno lo escucha y regresa al pasado, cuando parecía que tenía siempre razón.
Dice que Rajoy desprecia mucho a Zapatero, y hoy leí que Zapatero no entra al trapo porque Rajoy le cae bien en el fondo.
Lo peor para el votante es la sensación de que en verdad nuestros políticos pueden llegar a respetarse, pero la verdad sale siempre muy mal parada.
Importan más las consignas de partido.
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