domingo, 2 de marzo de 2008

Opuestos

Elegías mostrar la verdad descarnada y desnuda.

Casandra - Ismael Serrano



Como no madrugo a diario aquí estoy, despierto desde las 7 y pico de la mañana. Sin ninguna necesidad y con un mérito aún mayor, ayer salí, para romper las estadísticas, a cenar por ahí.

Pero si madrugo para llegar hasta el weblog también es porque ayer tras la cena me llegó una noticia que no deja de sorprenderme. Dos fulanos, por lo que cuentan amigos, estuvieron viendo el apasionado debate de Zapatero y Rajoy en casa de uno de ellos. Pero no debieron acabar muy conformes con el poso de opinión que le quedó al otro porque decidieron pelearse y terminar apuñalándose cuchillo en mano, aunque con cariño.

Y claro, un suceso así da que pensar en muchas cosas. Lo primero si no será una leyenda urbana y estos dos no existen más que en la efervescente imaginación de alguien con ganas de chismorreo. Pero de no ser así, también da para pensar en la amistad, por ejemplo. Uno se siente de repente orgullosísimo de los amigos que tiene, con sus virtudes y defectos pero tan poco dados a clavarte puñales ni abrecartas. También da para reparar en nuestros políticos que enervan con la confusión de sus datos a los potenciales votantes. No es extraño, por tanto, imaginar a uno de ellos recitar los datos del empleo y de la inflación que acaba de escuchar mientras el otro le opone los datos del paro y la inflación recién oídos a la otra parte. Que por momentos pudieran parecer incompatibles pero no lo son porque cada uno nace de una fuente fiable e informada.

Y con aquellos datos tan contrapuestos no es raro que un par de amigos suficientemente vehementes terminen pasándose a cuchillo. Después de todo ellos no tienen la culpa, la tienen los centros de estadística, que con sus gráficos vuelven loco a todo el mundo.

Alguien mencionó ayer que uno de ellos era rumano. Quizá este inmigrante que no puede votar fuera contrario a firmar cualquier contrato que no sea el de un aumento de sueldo. Y el otro intentó hacerle ver las bondades del contrato de Rajoy, simplemente porque lo dice Rajoy que es muy sensato y un cachondo con sus finas ironías. Y claro, cuando fue a exponerle las razones de tal cosa se vio sin palabras, no por su culpa, claro, sino porque nadie sabe en realidad de qué se trata el asunto del contrato de integración. Aunque hemos de reconocer que ante la palabra integración pocos pondrán pegas.

Porque si ahora las costumbres españolas son no cometer delitos, no prácticar la ablación y no ser polígamos entonces es que cualquier cosa puede ser considerada costumbre de cualquier sitio. Así yo por ejemplo puedo decir que es mi costumbre no salir disfrazado de pollo a la calle. O que es mi costumbre no insultar a las vecinas. Es decir todas aquella cosas que no suelo hacer forman parte precisamente de lo que se podrían considerar mis costumbres.

No es mi costumbre lo que suelo hacer, sino lo que no suelo.

Por supuesto alguien dirá que todo eso suena raro. Que parece dicho por alguien que no sabe exactamente lo que está diciendo.

Por eso si Rajoy dice que los inmigrantes deben respetar las costumbres españolas y cita esas tres entonces uno que es muy espabilado empieza a reparar en otras nuevas y que también deben ser observadas. A saber, el inmigrante debe observar la costumbre muy española de no robar, y de no matar, por citar un par más. Aunque ahora que caigo todo esto está ya recogido en el Código Penal, como las otras. Tal vez el inmigrante como el nacional deban evitar cometer todos estos delitos no porque llevarlos a cabo vaya en contra de las costumbres de Rajoy, sino porque van en contra de la ley, que pesa un poco más que la costumbre.

O quizá las costumbres españolas sean otras. La siesta por ejemplo. Y los inmigrantes deben cumplir con la media hora mínima de siesta tras la pitanza como está mandado. Y para comer nada de nostálgicos manjares de sus países. Tortilla española, jamón y ajos de los que le gustaban tanto a Victoria Beckham. Bajo el riesgo de ser expulsados si no cumplen, faltaría más.

Usemos la fuerza para doblegar al otro cuando no nos parezca suficientemente sensato como para entrar en razón, es decir para atender a nuestras razones. Ahora bien, llama poderosamente la atención que dos boxeadores de tan poco peso como nuestros candidatos hayan podido provocar en dos espectadores tal grado de hostilidad. Vamos que si hubieran sido solamente medio buenos se habría armado la mundial.

Todo esto tiene su gracia. Uno está ya tan acostumbrado a estos desatinos como cuando queda a oscuras y la vista empieza a vislumbrar donde está cada cosa. Ya no tengo miedo. Sé que al rato podré volver a mirar. Sin embargo no deja de ser curioso la poca eficacia, credibilidad y nivel de los propuestos al gobierno mientras en el mundo otras tantas cosas funcionan con la precisión de un reloj.


Ayer mismo morían en Palestina varios niños a manos de soldados israelíes que lanzan bombas o disparan metralletas, ante el mutismo del mundo civilizado. Y yo no sé nada de nada, de lo bueno ni de lo malo. De las razones o de la sinrazón. Pero ayer murieron aquellos niños sin tener culpa de nada. ¡Eran unos niños! Simplemente porque el mundo no es capaz de encontrar una respuesta.

Y entonces, sin ellos ya, hay que pensar que la vida es un drama. Estamos viviendo una tragedia diaria. Hemos aprendido a verla con unas lentes bifocales para no ver lo que no queremos ver. Es nuestra costumbre rajoniana de no mirar. Así somos más felices.

Y nuestra felicidad lo es todo.

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