Siempre supe que es mejor,
cuando hay que hablar de dos,
empezar por uno mismo.
Inevitable - Shakira
O Don Julio Anguita.
Ayer estuve llamando al sueño subido a la noria marujil en un sábado noche aburrídisimo. Me dio para comprobar como en la familia Pajares está todo en venta, se trata nada más de llegar a un acuerdo. Tanta confidencia a cambio de tanto. Este mensaje mío, sentido en el centro del pecho, para mi padre, estés donde estés, a través de las cámaras y de las ondas que a todos alcanzan. Para qué ceñirnos a dos si algunos más pueden formar parte.
Estamos haciendo historia de la televisión en cada minuto.
Con una conclusión final, Andrés Pajares está como una chota. Y su manicomio es toda la tierra bajo el sol. Con un temor fundado, los espejos de los retrovisores le persiguen por la calle. Y le persiguen las personas que están en todas partes. Y le persigue la comisura de los labios que sonríe cuando quiere posar serio, y le persiguen dos ojos que miran como si estuviera loco. Y uno no sabe si es que en realidad actúa para volver a brillar o es que se le ha incendiado el cerebro de paranoia. ¡Qué lástima tener un patrimonio de 17 millones para disfrutarlo tan mal!
¡Cuán importante es la salud! ¡Cómo nos acordaremos de ella cuando nos falte!
Después de llenar nuestro tiempo con las espontáneas intervenciones de Jimmy Gimenez Aranu y Mila Ximenez que son los políticos del periodismo nos llegó la hora de escuchar a un político de verdad. Que podrá gustar más o menos, después de todo cuando uno lo escucha piensa que estamos ante alguien que viene de muy atrás, y que quizá no llegue nunca a adaptarse a los tiempos que corren. Pude que sea un caballero de la edad media que se acabara de quitar la cota de malla, quizá se trata simplemente de Don Quijote hecho carne.
Y Don Quijote era un personaje noble y recto, con una fe inquebrantable en la justicia. En una justicia incorruptible y universal que tenía que prevalecer sobre cualquier otra cosa. Como Julio Anguita, que es de aquellos que piensa que con determinadas cosas no se trafica.
Ayer era curioso verlo sentado frente a Alfredo Urdaci, que pasa por ser el presentador del telediario más manipulador de la historia de España. Porque yo ayer mantenía que no hay nada malo en que uno se engañe a si mismo si la vida se vuelve de ese modo más soportable, como diré lo contrario en otra ocasión, porque no soy de abrazar casi ninguna verdad. Al fin, soy como Pajares sin los medios alrededor todo el día, sin sus hijos y sin su patrimonio. Después de todo dotarse de razones no se trata más que de pequeños trucos de trilero hacia uno mismo. Y la verdad íntima depende de los ojos del que la mira. Exactamente como la percepción que uno tiene de si mismo. Pero cuando esos embustes se dan en la televisión en un programa que está destinado a servir como emisor de verdades, entonces la manipulación se propaga. Se convierte en el púlpito de las mentiras. De forma que este sujeto, el que pedía disculpas deletreando C-C-O-O y que hacía campaña a través de su dirección de Telediarios se nos convierte en un elemento contaminante, pero sigue ahí en la televisión. Porque no hay memoria, porque vivimos en la tierra de las oportunidades.
Ocurre como si a Botín le ofrecieran trabajar en un banco. Probablemente lo está haciendo ya. O como si le dieran otro furgón del dinero al Dioni para que lo llevara a buen recaudo. Mi fe en las personas es inmensa, no tengo nada en contra de que se le otorgue el cuidado de las medicinas a un yonqui. Aunque desconfío si el yonqui viene de ser un ladrón. Me fío de su nunca más. Pero sobra gente que se dice cada día "eso nunca". Sin delinquir una primera vez.
En definitiva si el guardián de la verdad aséptica actúa como intoxicante será que no sirve. Que su desempeño tendrá que ser otro. Y su opinión, la suya en particular no me interesa para nada.
Reconozco que a mí se me seduce muy fácilmente el verbo florido de los que se expresan ya no correctamente, sino con maestría. Así se me hace raro leer a Jorge Valdano sobre esa mentira que es el fútbol. ¡Si nos podría hablar de cualquier otra cosa! Y maldita sea, le creeríamos a ciegas como se cree en el amor. Donde la verdad, sea la que sea, no importa. Importa estar juntos. Sus artículos son como ramos de flores. ¡Y es tan raro leer en la prensa a alguien que sepa decir lo que quiere decir! Yo hubiera votado a Vargas Llosa para lo que hubiera querido ser, solamente porque los errores, que ha de cometer por persona, los habría trasladado con elocuencia y hasta con belleza. Y al abrigo de uno de sus párrafos habría hecho noche sin que me importara el mañana.
Así es Julio Anguita, un profesor culto, demasiado por encima del entorno. Por eso Urdaci no se atreve a importunarlo con alguna de sus necedades, porque se sabe inferior, porque el maestro en un ademán podría desnudarlo, y cuando hay tanto que esconder conviene pasar inadvertido entretanto llegue alguien menos dado a lo que tendrían que ser todos los políticos, aunque no lo sea más que él. Ningún peso pluma lanzaría un puño contra un peso pesado. Se trata nada más de pura supervivencia.
Anguita despachó ayer tranquilamente acerca de que toda la gente debe saber de qué vive, con su pensión de profesor jubilado, y que la gente debe saber lo que tiene como político. Y escucharlo era como ver el fondo de un lago cristalino. ¿Se parece en algo a la impresión que da por ejemplo Eduardo Zaplana? ¿Se parece en algo a la impresión que da cualquier otro político?
No.
Ocurre que los políticos les suponemos la inteligencia. Hasta a Acebes se le supone. Pero raras veces llegamos a constatarla. ¿Alguien se pregunta acerca de la labor diaria de los cientos de diputados del Congreso y del Senado? ¿Se justifican del algún modo los 5000 euros mensuales? ¿Hacen algo más que apretar el botón que quiere el partido en cada una de las votaciones?
Quizá sí, pero no lo sabemos a ciencia cierta. Fallan los medios para conocer su labor cotidiana.
Tiene que llegar alguien con las ideas claras como regresando de un exilio, que no pretende convencerte. Don Quijote no te convencería de lanzarte contra los molinos de viento, pero al que escuchas con respeto porque sabes que siempre se mantendrá sujeto a unos principios que son irreductibles. ¿Qué más da que no comulgues con toda su doctrina? ¡No ves acaso que es un hombre bueno! ¡Quizá el último en medio de las hienas! Yo quiero esos principios en la gente que gobierna. Necesito tener alguna seguridad.
Que algunas cosas no se vendan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario