Si yo pudiera, no sé si estoy a tiempo, también me cogería un tren que recorriera Europa de punta a punta durante unos días. Visitaría el coche restaurante para tomar café, antes de que dejen de recolectarlo o venderlo, puse una noticia al respecto el otro día, que por supuesto no leí, yo soy nada más de leer y provocar titulares. Me recogería en mi camarote o compartimento, austero aunque confortable, y vería pasar kilómetros de bosques, un sin fin de estaciones y las mismas toneladas de nieve que relata el libro, con mi bufanda al cuello cuando me diera por estirar las piernas en este o aquel andén perdido.
Reconozco que el ambiente de un tren, de los antiguos mejor, es lo que más me va ahora.
Es justo donde me gustaría estar en estos días desapacibles que anticipan el invierno. Tapando los pies con una manta.
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