He estado paseando con Ona por la playa. Nos hemos ido hasta Palmeres donde estuvimos a punto de comprar un apartamento para Mandarino y Limonero, aunque aquel tenía una derrama considerable pendiente y una batalla campal todavía soterrada a punto de estallar entre los vecinos, con lo que salimos huyendo y por tanto salvamos de un gran quebradero de cabeza, aunque ciertamente luego nos llegaron otros.
Me he llevado una pelota y Ona ha estado nadando felizmente. De camino he hecho una de mis buenas acciones del día, o de la semana. He vuelto a salvar una vida, que siempre es algo digno de mención. Esta vez ha sido un pez, que no un pescado. Todavía se movía en la orilla cuando lo he cogido para lanzarlo de nuevo dentro del mar. Luego me he dicho que por hacerlo tan rápido no he podido coger prueba gráfica de mi buena acción. Claro que me he quedado más tranquilo al pensar que esas cosas se tienen que hacer así en caliente, que si uno se entretiene en sacar el móvil y enfocar es muy posible que el pececillo de sus últimas bocanadas y muera ahogado. Justo como le pasó a este otro de la foto. Al que no llegue a socorrer a tiempo. No se movía cuando lo hallé. No hubo un salvador para él. La vida es injusta, y cruel a veces.
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