Durante los primeros años con Ona me asombraba que hubiera podido querer tengo a una perrita, nunca lo hubiera pensado, ni sabido, antes de tenerla. Fue un descubrimiento de amor y de gratitud por su tiempo conmigo.
Después llegó Pablo, y entonces descubrí lo que era, es el amor con mayúsculas o más sencillamente el amor de verdad. Alguna vez yo ya había oído que no se sabe lo que es amar hasta tener un hijo, y nunca le presté atención porque rara vez la presto a casi nada. Ahora, día a día, sé que es cierto. Me ha dado a descubrir en mi un ser con una infinita capacidad de amar. Aunque no sé si está bien que yo lo diga.
Por otro lado hay en este amor algo terrible y es que uno ya nunca podrá volver a ser quien era antes de conocerlo y sentirlo. Más aún, si a Pablo le hubiera pasado algo, le pasara cualquier cosa, no sé cuánto más estaríamos su madre y yo en el mundo.
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