Espacio mis intervenciones y lo hago porque a estas horas, en que puedo, me he quedado hueco.
Para que no se me confundan los días unos con otros, para que no parezcan el mismo, sin ser malos, marcho mañana a Santander. Alguno dirá que las vidas tienen un tanto de reiteración, aunque sea la natural que da un sol nuevo cada mañana, tiene razón. Por eso hemos de hacer de algunos, días extraordinarios. O quizá basta con tapar un ojo cada día para que las cosas nos parezcan distintas. Pues si en la vida no somos meros espectadores de lo que nos rodea, al menos si debemos exigirnos observar lo cotidiano desde otros ojos, como recorrer infinitas veces un mismo paisaje centrando la atención en los pequeños detalles que hacen distinta cada vuelta, precisamente por renunciar a una visión panorámica. Pues lo vasto, detalle a detalle, puede ser eterno.
Allí me pasearé con la sombra pegada a los zapatos nadie fue nunca tan leal a cambio de tan poco, dicen que el efecto climático nos dejará sin invierno, los flamencos andan desorientados poniendo huevos a destiempo, vivimos sin noticias de las nubes, yo creo que llegarán todas al tiempo y nos ahogaremos en agua. O tal vez ya no llueva nunca más y tengamos que bebernos los océanos. Yo empezaré por el cubo de agua que pierde el teléfono de mi ducha. Sospecho que emerge por allí agua desde el núcleo del planeta.
Y si después de comer en esa gran ciudad, Santander a tiempo completo, se tercia un cine, habrá que elegir película...
No hay comentarios:
Publicar un comentario