A veces hago cosas y no son demasiado normales. En mi descargo diré que esta mañana estaba escuchando mi pequeño MP3, y eso es algo disperso, con la cabeza llena de música que es lo mismo que decir de cuerpo despierto y con la mente sonámbula. El caso es que me puse un poco del café que hice ayer o anteayer, uso una cafetera eléctrica y suelo hacer mucho café para recurrir a él entre semana, y un poco de leche que guardo en el frigorífico, como todo hijo de vecino. La cosa es que cuando pitó el microondas saqué la taza y me fui hasta el armario del azucar. La cogí y eché un par de cucharadas, acto seguido y sin darme cuenta, eso es obvio, cogí el Nescafé que no se llama Nescafé porque es marca la pava, ¿hay que contarlo todo? El café soluble del Día que es más barato y del mismo color, y eché dos cucharadas más. Quién conozca mi bis cómica comprenderá el careto que se me puso al instante, que es el mismo que suelo ofrecer siempre, sin distinguir al interlocutor, un poco confundido y otro poco anonadado. Ahí estaba, mezclandose el café de cafetera, la mayor parte de la taza, el poquito de leche y el café soluble que se disuelve tan rápido...
Por supuesto aquello sabía a rayos y no pude acabarmelo. Lo eché por el desagüe del grifo de la cocina, el mismo que abierto arroja con tan poca presión el agua.
Al llegar al trabajo narré mi despiste, incidiendo sobre todo en la coartada de los cascos en los oídos, la música sonando y lo intempestivo de la hora. Pero lo curioso es que según lo cuento ya me lanzaba con el paragüas hacia el perchero donde colgamos los abrigos... vamos que soy un caso. En mi caso los despistes se dan la mano, los enlazo como Tarzán con las lianas, uno tras otro.
Por eso quizá yo deba plantearme para este año ser mucho mejor de lo que soy. Es algo común entre los humanos proponer nuevos propósitos para el año que empieza. Podría dejar de fumar, por ejemplo, eso es muy común. Lo malo es que yo no fumo, quizá podría empezar...
Hay quien apunta esos propósitos en una hojita, y vuelve a ella, si es capaz de encontrarla transcurrido el año. Entonces se da cuenta de que no cumplió casi nada de lo recogido, o no cumplió nada. Al principio porque tenía todo el año para hacerlo, luego porque se le olvidó que debía hacerlo, o porque después ya no quiso. De manera que esas hojas, como las olas de San Juan se quedan nada más como deseos más o menos sentidos e insatisfechos para siempre.
Yo debería proponerme ser un poquito mejor. No mejor persona de lo que soy, de eso no creo que nadie tenga queja, y si alguien la tiene, sabrá que todo aquello se debió a un gran, fabuloso malentendido. Bueno, en verdad sospecho que soy bueno, no es que nadie me lo haya dicho, por norma general nadie me suele decir nada bueno sobre mí, y quiero creer que es por timidez o rabia, no porque no lo haya. Tal vez mi propósito tendría que ser lograr reducir las veces en que parezco Mr. Bean.
Procurar no buscar nunca algo que tenga en las manos.
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