miércoles, 24 de octubre de 2007

El volante

Tanto correr para nada. Y me refiero a mí y no a Hamilton o a Alonso. Aunque a este pobre le dieron un coche el otro domingo que iba con diez caballos menos que el del compañero predestinado al triunfo en el mundial, y por lo que se vio, además debían estar aún cansados de quedar cuartos la víspera, porque el coche iba tan aprisa como yo cuando me pongo al trote unos minutos. Claro que yo siempre pienso que podría acelerar, pero nunca lo hago. Porque no tengo tanta prisa y porque en el fondo de mi alma sé que de haberme ejercitado tan poco se me ha terminado olvidando esprintar. Soy como un pura sangre con las cuatro patas de palo.

Alonso le metió todo el gas que pudo, pero para mí que los de McClaren debieron aflojarle alguna tuerca, o le pusieron los polvos blancos de Ferrari en el depósito para que aquello se gripara. Y debieron hacerlo tan a conciencia que por asegurar el éxito de la empresa decidieron hacerlo en los dos coches bajo el pretexto de que alguno tomará. y acertaron. Condujo uno de ellos. Veremos si repite el año que viene.

Claro que también puede ser que a Hamilton no le sabotearán el coche a conciencia, porque es el hijo negro que nunca tuvo Ron Dennis, y que todo se debiera a un sensor misterioso que decidió frenar el vehículo hasta casi hacer caravana. Que así tenía que conducir el chaval detrás del coche de seguridad, con esa parsimonia y no dando esos tirones y frenazos que hacen que los rivales inmediatos choquen entre ellos por temor a ser sancionados, descalificados o desprovistos de la super licencia por la FIA, que es una caseta de feria donde las sorpresas están colgando sobre las cabezas dentro de unos sobres con tanta publicidad que no entraría un sello. Ni falta que hace. Correos tiene bastante con intentar combatir por sus medios al universo de comunicación en tiempo real que ha supuesto Internet, como para meterse a pagar esas cifras mareantes que rentabiliza tan felizmente vestido de cowboy Emilio Botín.

Puede que el sensor fallará antes, y que hiciera que el chaval se saliera al perseguir a Alonso para rebasarle. Un sensor de esos lo mismo te deja el coche al ralentí que te atrofia la dirección. Son muy caprichosos porque son de alta tecnología. Ve tú a saber si no hizo que el coche de Hamilton se parara en la gravilla de China. Que las cosas que tienen que ver con dossieres tan grandes son muy dadas a ser sorpresivas a la vez que dadas a repetirse para ser de nuevo y con más razón sorprendentes. Parecía que lo teníamos pero no. El sensor ha vuelto a fallar. Por eso tienen los ordenadores intercomunicados para conocer los fallos al momento, por si hay que avisar a la grúa.

Dicen por otro lado que se le debieron llenar los pontones de basura, de césped o de ramas por salirse hacia la escapatoria. El metacrilato es un imán para la inmundicia que puebla a sus anchas los aledaños de los circuitos. Aquello allí dentro hizo de paño sobre estufa y se les fue calentando con aquello embozado que es raro que no se cocinara alguna cosa. Así que los refrigeradores naturales de aire o los tecnológicos no dieron abasto y cesaron en represalia quitándole toda la potencia al bólido.

Aunque también puede ser, como apuntan algunos, que no se trate de ningún sensor misterioso que falló una vez nada más secando el coche, que luego se recuperó al ciento por ciento. Y desde ahí hasta el final buscando el quinto puesto. Sino que puede ser que las manazas de Hamilton dejarán el carro exactamente igual que cuando enfila la calle de boxes. Es decir a 80 Km/h que es una velocidad excesiva para rodar en ciudad pero precaria para intentar ganar una carrera o un título mundial, por más fácil que se tenga.

Todo puede ser. Yo creo que la clave está en el volante. Si yo lo condujera aún sería peor. Probablemente tocaría los botones, hay tantos, en la única combinación capaz de destruir el coche. Me saldría un mensaje por la radio advirtiendo aquello de que en 10 segundos aquel cacharro tan caro se autodestruirá. Y luego me preguntarían en la rueda de prensa, y yo diría que salí del coche como un Fórmula Uno, y los ingenieros dirían a los medios que nunca me advirtieron nada por la radio, que no fue una voz humana. Que fue el ordenador haciendo algo que no sabían que hacía. Bueno, todos no, Ron Dennis sí.

Él lo sabe todo (menos predecir el futuro).

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