El de hoy ha sido un día embustero. Porque dice la lógica del reloj que hemos tenido que tener por fuerza un buen número de horas de luz, es así siempre, asociados con el giro terrestre que da la excusa para convertir el tiempo en un montón de fragmentos, un ajedrez de blancos y negros perfectamente ordenados, pero la verdad, lo cierto es que hoy ha sido un día sin día. Unas cuántas horas sin luz.
Dice el calendario que hoy no tiene nada de extraordinario, no está resaltado por nada, y sin embargo hoy ha sido un día nocturno, un no día. Puede ser que no haya habido día nada más en Asturias, que se ha empeñado en convertir los inviernos en veranos y los veranos en días grises, en días sin luz, en no días. O tal vez ocurre que el fenómeno es mucho más local, y este Cuera que ha puesto a tender las nubes más oscuras, y secan sin escurrir un rayo de luz. Vivo en un pueblo bello y tan pequeño que es una miniatura. Una de esas que caben en el medio óvalo de vidrio que giran los críos para ver caer la nieve flotando vertical. O es el minúsculo escenario de guiñol donde me muevo. Ocurre no obstante que el mago hoy se dejó su capa olvidada sobre nuestro decorado, y ni saltando podremos despejar el cielo.
Yo estoy ansiando el sol. Protesto al cielo casi a diario porque ha convertido Julio en otra cosa. Y recuerdo el despegue desde un aeropuerto sumido en las tinieblas, las nubes de panza hinchada, grises y densas como inmensas piezas de algodón con corazón de tila para encontrar con el ascender de los metros un sol radiante a través de las ventanas. Un sol encendido, más allá de las nubes que enganchadas a la copa de los árboles deciden que un día parezca una noche. No ha habido un día 18 de julio de 2007. Ha sido nada más una noche larga.
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