"Le dijo que el amor era un sentimiento contra natura, que condenaba a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa."
Del amor y otros demonios - Gabriel García Márquez
Leí ayer una noticia de hace tiempo. Llegué a ella a través de una más reciente. En estos días un periodista o dos han estado chantajeando a Tom Cruise con unas fotos privadas. Y de esa a una entrevista de los tiempos en que Tom y Penélope eran pareja había nada más un enlace.
En ella Tom hablaba cómo no, de boda. ¿Quién no hablaría de boda si la otra parte es Penélope Cruz? Era poco tiempo después del rodaje de aquella película que los reunió y que era una versión de "Abre los ojos" de Amenabar. La película se llama "Vanilla Sky" y junta realidad y sueño, cubriendo el sueño un cielo de color vainilla.
Pero la vida raramente copia al cine. Tiene otro guión y muchas veces no responde a lo que uno espera. A mí la ruptura me sorprendió tanto como leer que Tom Cruise "no descartaba" la boda. La descartó ella supongo, y él fue el primer sorprendido, quizá porque Rey Midas que convierte lo que toca en oro encontró a alguien que convierte en amor o desamor lo que toca según su capricho. Una mujer de las de vivir la vida tan intensamente que los días no parecen tiempo bastante.
Sin embargo, aquellos que vieron esta película estarán de acuerdo conmigo, ellos dos aparecían como una pareja simplemente perfecta. Tan lejos de Kate Winslet y Leonardo Di Caprio por ejemplo, que tenían la misma química en "Titanic" que mezclar en la boca natillas con gazpacho. Pero Tom y Penélope eran y se comportaban ya en pantalla como una pareja de hecho, como si en el largo trayecto de la vida se hubieran encontrado al fin y no necesitarán hablarse para decírselo todo. Por eso no tenía que sorprender a nadie que terminaran siendo la pareja que anticipaban en la fábula del cine.
Yo personalmente no me he encontrado un caso igual. Ocurre generalmente que las parejas parecen fruto del azar, y que si prosperan es más por la aceptación del otro que porque sean el uno para el otro del forma indiscutible. Es por ello que quizá todo aquello del destino sea un camelo, y sea mucho más notorio el azar que nos da conocer unas personas en vez de otras, y que las posibilidades, sean cuales sean se darán solo con esas y no con otras. Lo que significa que probablemente entre las desconocidas existe alguien que, podría ocurrir, nos vaya como anillo al dedo. Nos haga parecer parte de una pareja perfecta. Correspondencia uno a uno como horma de zapato. Francamente no encontré nunca una pareja que me lo pareciera hasta ese extremo, hasta que conocí a Tom Cruise abandonando a Nicole Kidman por Penélope.
Pero aquella correspondencia debió ser nada más aparente. Por lo bien que daban ellos juntos ante cualquiera. Como si estuvieran unidos por un lazo invisible que se intuye incluso cuando mira cada uno hacia otro lado. Pero luego, cuando se avanza en el detalle, cuando nos acercamos a la Cienciología y a tantas otras cosas que son fronteras que diferencian encontramos que la pareja es perfecta solamente como un par de muñecos, incapaces de sobrevivir si no es juntos en la misma estantería. Como Ken y Barbie. Como dos dibujos recortados a los que vestir para hacer pulular por una casa de muñecas.
Tom Cruise se casó después con Katie Holmes que es un remiendo regular para mi gusto. Con ella tuvo a Suri una niña con mucho por heredar. Sin embargo sospecho que él hubiera preferido tener a una niña morena que se llamara Penélope Cruise Cruz. Pero en la vida el cielo vainilla dura lo que dura un atardecer.
Quizá entonces habrían formado la familia perfecta. (Aparentemente.)
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