jueves, 19 de julio de 2007

Dioptrías

Un día me explicaba la doctora que la operación no cura los ojos. Simplemente corrige el enfoque de la luz para que tú logres enfocar correctamente. Y yo la enfocaba todo lo correcto que podía a través de los gruesos cristales de mis gafas culo botella mientras maldecía interiormente que seamos capaces de llegar a la luna, al menos eso nos cuentan, y no seamos capaces de corregir los ojos, aunque sea tan solo uno para ir guiñando el ojo por la calle. Yo era un míope convencido, uno de los que no se andan con chiquitas a la hora de tener los ojos defectuosos. Contaba media dioptría arriba, media abajo alrededor de media docena por ojo, lo que es ir servido de veras. En realidad no sé cuál es la medida que hace la unidad. Supongo que cuando uno ve bastante mal tiene una que es el baremo que mi vista multiplicó hasta no ver apenas. Recuerdo, aunque mi memoria no sea mi fuerte, que metido hasta el cuello en la piscina, a una cierta distancia, miraba a los amigos como si fueran un grupo indivisible, como si aquella masa fuera una única cosa. Por supuesto yo no podía saber dónde estaba el que me hablaba, aunque sabía quien era porque mis oídos asociados con la parte de mi cerebro que asocia voces y personas, que me funcionó siempre divinamente, me lo mostraba con la apariencia que le daban mis gafas cuando yo miraba a través de ellas.

Nunca creí del todo que el día en que le di a mi padre mis gafas de ver no volvería a necesitarlas. Sin embargo allí se las dí, a punto de entrar a que me perforarán la mirada de míope y me corrigieran los enfoques. Pero lo cierto es que pasaron los años que son ese pasado breve que olvidaremos y pude hacer vida normal sin ellas. No tropezaba más que cuando las llevaba puestas, no las requería en las mesilla de noche cada mañana. No las necesité para meterme en la ducha con ellas.

Recuerdo los primeros días, paseando por la playa del Perelló, descubriendo que las olas de mar están hechas de millones de mini olas, que cada ola no es una superficie uniforme. Entonces me di cuenta y era algo totalmente nuevo. De hecho durante un tiempo tuve una vista mejor de lo normal, era una especie de super-héroe vistoso. Tan bueno era mi enfoque que yo podía ver mejor que el común de los mortales. Y hacía alarde de ello. Después de todo podía presumir de pocas cosas y mi vista llegaba justo un paso más allá que la de todos los demás, que supongo que en su fuero interno deseaban pasar por la camilla de la cirugía ocular con idénticos resultados, incluso si no necesitaron lentes nunca.

Pero la doctora fue clara. La operación no corrige los ojos, corrige el enfoque. El motivo que provocó la degeneración ocular permanece intacto. Vamos que el láser ni lo roza. Supongo que para repararlo habría que cambiar el ojo entero, y eso no creo que sea algo que pueda hacer la medicina todavía, aunque sean capaces de ponerle una careta de piel humana a alguien sin cara. Me dijo que existía la posibilidad de que con el tiempo reprodujera en parte el problema. Que quizá no tenga ya dioptrías para regalar, pero que con paciencia atesoraré algunas y me las quedaré para cuidarlas como si fueran mis hijitas. Y así ha venido ocurriendo me temo. Tengo unos ojos algo degenerados por lo poco que ven. Sospecho que apenas podrían ver llegar a estas alturas las olas más grandes, como para preocuparme de las minúsculas. He descubierto que vuelvo a la miopía que es terreno conocido porque veo los rostros regular a cierta distancia, veo la pantalla regular y se me pone un dolor encima de las cejas que seguro tiene que ver con forzar a los ojos para que vean más allá de lo que pueden, los pobres.

Así que en este punto me toca cavilar si compraré unas gafitas de diseño y cristales de presentador de telediario, o unas lentillas para salir de noche. O quizá intente convencer a mis ojos de que no sean pesados, que no insistan en equivocarse. Por cada miopía una operación. Humeando los ojos de recibir tanto láser, pero con el enfoque correcto, con la luz incidiendo en el punto exacto del fondo de mi ojo. Allí en la pantalla del cine donde se asoma la mente y dibuja las formas precisas. A un lustro por operación, van a ser muchas operaciones...

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