Dice Yiyi y dice bien que García Márquez no se ha despedido con aquellas letras que le parecieron tan cursis, a Márquez. Puede ser que no sean suyas y que su lectura adjudicándoselas las hiciera parecer mejores de lo que son, no vamos a negar ahora que aquello de la maleta sonaba algo extraño, aunque también es cierto que yo lo achaqué a nuestro idioma que de tan rico hace parecer unas palabras otras depende del lugar donde se dicen o escriben. Pero resulta que son de un cómico o de un ventrilocuo o similar que no solamente dota de palabras a los muñecos de trapo sino que también a los Nobel de literatura si se están muriendo o sobreviven. Después de todo, cada día uno está muriendo un poco. Un día más, un día menos. Quizá sea mejor así, si al hombre la piel se le ha convertido en papel al raso por la enfermedad, y quiere despedirse de los que le quisieron que lo haga tan secretamente como pueda. Porque probablemente eso no lo haría mejor que cualquiera de nosotros.
Reflexiono hoy acerca de que vivo de espaldas al mundo. Enterándome de las noticias con tanto retraso que a veces pienso que estoy en el centro de una burbuja, soy una isla en medio del océano y ya ni siquiera Anado.
Hoy he vuelto por aquí para sorprenderme con las visitas de Gaddira que ha sido siempre una persona de no dejarse nada dentro. Encontrando palabras para la caricia que recorra una espalda o para la desazón de un alma que no diera abasto. Con las visitas de Bosco que es amigo leal al que le tengo una gratitud inmensa lo sepa o no. Y para leer que a Yiyi le gusta visitarme de cuando en cuando, dice que vive y dice.
Yo también.
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