Ignoro si en los torneos de tenis del país se advierte a los jugadores en inglés como allende de las fronteras o se les dice la traducción literal al castellano cuando están sentados en las sillas cada vez que la suma de los juegos disputados salió impar. Puede ser que aquí se les diga simplemente: ¡Enga, dale! Y el tenista se levanta como un resorte pa darle to lleno pal otro lado.
El tenis no ha cambiado mucho con los años. Funciona todo más o menos igual. Eso sí, desde que a Mónica Seles le hicieron diana con un cortaplumas en el músculo de jugar al tenis se coloca indefectiblemente un mazas cerquita del jugador, por si alguien se atreviera a repetir poderle doblar el brazo hasta dejarle el cortaplumas al ras del ojo.
En el tenis seguimos viendo a estos esbeltos mozalbetes cada vez más musculados escoger entre las bolas de saque como si escogieran entre las cajas de Jesús Vazquez, con un escrutinio detenido, como si las bolas hablaran para decir donde irán a parar en el siguiente punto. La peor parte es que siempre entre tres una es descartada, y a esa una se la echa a rodar de cualquier modo, que ya irá el recogepelotas de turno a doblar el espinazo y a buscarla.
A mí que soy una especie de Robin Hood de causas perdidas ese detalle siempre me ha sacado de quicio. Pero además de tener que recoger una bola que no se les devuelve como debería ahora además los pobres chavales tienen que cargar con las toallas de los deportistas, que son la élite del sudor. Así que los críos tienen que pringarse las manos con las humedades de esa gente que ni siquiere los mira (que les tiran las bolas de cualquier manera).
Me temo que estas formas son ya invencibles. Lo son porque un día los más afortunados recogepelotas hasta las pelotas, seca-sudores sudorosos devolverán agravios con otros adolescentes a los que atenderán exactamente igual o peor aún.
Ignoro si se dice Time para advertir que ya pasó el tiempo y hay que volver a la pista. Sé sin embargo que uno de los mayores dramas del hombre es el no saber qué ocurrió con el tiempo transcurrido.
Yo pensaba el otro día acerca de qué pasó con todo el tiempo que he perdido en mi vida. Me preguntaba dónde fue, porque fue mucho, puedo jurarlo. La verdad es que no sé bien si todo el tiempo fue perdido o cuánto mereció la pena realmente. Ocurre a veces que me preguntó dónde está el tiempo que he perdido sin estar con quien me quiere, con mis padres por ejemplo. Ese tiempo se fue al limbo y es ya irrecuperable. La vida vivida en realidad no es más que un paisaje a vista de pájaro.
Los hombres crecemos para llenar el pasado de tiempo perdido. Cuánto más mayores, más habitaciones vacias.
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