Causas, azares y luchas.
Vine del norte - Ismael Serrano
A falta de nada mejor que hacer he estado viendo los partidos de baloncesto. Todos los que han puesto hoy. Dos.
El de España y el de Estados Unidos, ambos muy de agradecer, sobre todo el segundo que llega casi por sorpresa, pues en este país seguimos siendo tan provincianos como para enfocar nuestras cámaras hacia nuestro ombligo cuando surcan el cielo fuegos artificiales.
Sólo así se explica que ayer dieran los pormenores de la preparación de nuestros gimnastas, estiramientos incluidos mientras a la vez competían los de otros países, los americanos por ejemplo, que son favoritos para medalla, es decir, absolutamente mejores que nosotros. Pero parece ser que esos ejercicios tan bien ejecutados no nos interesan, preferimos quedarnos con los nuestro, sea bueno o mezquino. Y es que no hay nada peor en unos juegos que permitir que las televisiones lleven sus propias cámaras. Así podemos desconectarnos de la retransmisión oficial verle las encías a nuestro paisano mientras alrededor se baten récords del mundo.
Y luego en los resúmenes nos pondrán sus dientes hasta la saciedad, y de los récords un apunte en el periódico.
Pero yo vengo hoy para hablar de reglas, y no de televisiones. Aunque ahora que recuerdo, el otro día vi a los ingeniosos creadores del anuncio de los elefantes para Orange, aquel de la playa llena de gente cantando que un elefante se balanceaba ¿o eran mil? Pues parece que los creadores de este aborto televisivo en vez de estar tramitándose una identidad nueva en un país latinoamericano con cirugía estética incluida, se hallan complacidos de haber arrojado al mundo un engendro tal, y presumen entre ellos de lo bien que ha funcionado. Como si fuera una idea genial, desarrollada al paroxismo. Si maldita sea, ese anuncio es una de las razones por las que en los próximos días abandonaré la operadora telefónica, a no ser que sean capaces de nublarme la razón con ofertas de telefonía irresistibles, que me hagan olvidar la publicidad a la que estoy sometido.
Pero yo hoy quería hablar de reglas. De si existen o no. Ya dije alguna vez que en el mundo no hay nada seguro, o casi nada. Uno puede pensar que en el deporte sí, y puede ser, aunque no en todos. Parece que los árbitros se vuelven tímidos a la hora de pitar a Estados Unidos, porque como en la NBA no hay pasos de salida pues les cuesta pitárselos. Y resuelven pitando uno de cada cien. Es decir, las reglas se adaptan al grande para no molestarlo demasiado. ¿Y si ellos corrieran por las pista sin botar el balón como hacen los de rugby?
Yo creo que si no saben jugar según las reglas hay dos caminos, o las cambiamos o las utilizamos para todos aunque no les guste, siempre están a tiempo de considerar que no hay más baloncesto que el de casa. Que se queden en USA con nuestra cámara de televisión para mirarse el ombligo. Aunque la culpa no es de ellos, sino de los árbitros.
Son muy cobardes, y muy malos.
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